Juegos de ingenio

Opinión:

John Katzenbach continúa investigando gracias a esta novela en todo lo relacionado con la muerte y los asesinos en serie, como ya hiciera en sus obras anteriores. En este caso, este "Juegos de ingenio", publicado en 2010 y que ha sido reimpreso en 2017, indaga en la repercusión para los hijos de tener un padre que lo es.

Así, el autor nos presenta a dos hermanos, Jeffrey y Susan, que fueron separados de su padre hace veinticinco años en cuanto su madre empezó a darse cuenta del tipo de hombre que era. Toda la familia cree que su padre se suicidó poco después de que le abandonaran pero ahora descubrirán que no fue así y que les ha encontrado.

Katzenbach nos pone frente a las dudas de ambos sobre qué parte de su padre llevan dentro. Jeffrey se ha convertido en un profesor universitario experto en la mente criminal y que ayuda con cierta frecuencia a la policía a resolver casos de asesinato mientras que Susan elabora juegos de ingenio para un periódico. Como puede verse, de una manera u otra, ambos parecen haber heredado esa obsesión por la muerte violenta y por los acertijos y rompecabezas, aunque ellos han sabido mantenerse en el lado moral de tal tendencia. Pero los dos tienen sus dudas sobre si podrían llegar a ser como su padre o qué les faltaría para hacerlo.

A esta reflexión sobre la parte del mal que se puede llegar a heredar, el autor añade otra interesantísima. Toda la trama que tiene que ver con los Clayton está integrada en un universo utópico/distópico francamente atrayente. Por un lado, Katzenbach nos presenta una América distópica donde la violencia se ha generalizado y no sé si descontrolado pero sí que se ha normalizado hasta el punto de que ha perdido su capacidad para conmocionar a los seres humanos. Todos los habitantes de ese universo distópico van armados y se protegen con infinitos elementos de seguridad (desde detectores de armas en las puertas de las aulas a pomos de puertas electrificados para impedir que nadie entre en tu casa, por poner algunos ejemplos) que no siempre dan resultados. La sensación de inseguridad y de violencia es, pues, extrema pero, curiosamente, los ciudadanos que han de vivir así parecen haberse habituado y la aceptan como parte de la vida, como si se tratara de uno más de esos pequeños inconvenientes cotidianos con los que todos tenemos que lidiar en nuestra vida normal.

Pero, inserto en este universo ultraviolento, Katzenbach sitúa un utópico Estado 51: como respuesta a esta escalada de violencia, se habría creado un nuevo estado en los Estados Unidos donde la seguridad está garantizada. En este nuevo territorio, nunca ocurre nada, puede uno dejar las puertas de su casa abiertas que nadie va a entrar y, mucho menos, robar algo que no es suyo. La contraposición entre un entorno y otro abre muchas preguntas y plantea muchas reflexiones (sobre todo porque, viendo hacia dónde va el mundo, el distópico no parece tan improbable), casi tantas como la propia configuración de ese estado utópico y seguro. Así, el autor nos muestra que la propia sensación de seguridad ya nos permite recorrer la mitad del camino hacia la seguridad real pero que esa seguridad total tiene algunos costes, como la pérdida de la libertad o la mentira generalizada.

Confieso que la oposición entre estos dos universos me ha tenido loca durante toda la lectura y que no han dejado de surgir ideas y preguntas en mi cabeza sobre cuál de los dos es mejor y sobre si llegaremos a dos escenarios parecidos en nuestro mundo real. Asimismo, me ha encantado que Katzenbach aúne una trama de intriga (y advierto aquí, sobre todo para quienes esperan emociones duras y ritmo trepidante en esta novela, que "Juegos de ingenio" se acerca más a la novela de intriga o suspense que al thriller; para que no se lleven decepciones y sepan valorar en su justa medida la propuesta real del autor al escribir la obra. Esta novela no es solo un mero divertimento, aunque también lo sea) no solo con una distopía sino también con una utopía, géneros aparentemente contrapuestos pero cuya conexión funciona aquí a las mil maravillas y, como decía, da lugar a muchas reflexiones por parte del lector.

Así pues, Katzenbach nos ofrece una obra que más allá de la intriga y el misterio (en realidad, sabemos quién es el asesino muy pronto y también por qué lo hace; lo que importa aquí son las consecuencias que ello tiene para su familia y para el mundo en el que vive) y que nos permite reflexionar sobre la violencia y la seguridad y qué hacer para erradicar la primera y garantizar la segunda. Si es que es posible.

Lidia Casado