El palacio de la luna

Opinión:

La autora consigue introducirnos en un universo cerrado absolutamente extraño a una mentalidad europea. Aunque tenemos antecedentes no demasiado lejanos que basaban su autoridad en una sospechosa y más que dudosa gracia divina, no era nada comparado con la severa distancia, la fastuosidad, jerarquía, protocolos, espacios reservados, donde un traje, un color de vestido, un peinado, un maquillaje, un dibujo, un gesto, un humilde acertijo, un regalo, un comentario inoportuno o un simple poema, podían acarrear la gloria junto al emperador, la muerte o en el más leve de los escenarios más adversos el ostracismo más severo.

En esta historia de una joven de una familia caída en desgracia, que es enviada como concubina a la corte del emperador y que consigue llegar a ser emperatriz, se nos ofrece de todo. Ambientación histórica, conspiraciones, guerras, asesinatos, sexo, amores secretos, pugnas por el poder, en una trama bien narrada que engancha al lector que busca historias emocionantes sin grandes complicaciones narrativas. Una historia que alumbra los dificultosos comienzos del budismo en la antigua China, las rivalidades del imperio turco en la lejana frontera occidental, los difíciles equilibrios territoriales, la complejidad de una corte distante de sus gobernados, donde todo está previsto al milímetro salvo las conspiraciones regadas por la abundante sangre de sus víctimas.

Con detalles interesantes, como la importancia en el universo del emperador de la fabricación de seda, que nos transportan a escenarios tan lejanos como extraños para nuestra mentalidad. O de la caligrafía, que requería, y requiere, años de concienzudo estudio. O la música, como parte fundamental de la educación de una concubina, aquellas mujeres educadas para ser simples objetos de placer y máquinas reproductoras a mayor gloria del emperador y sus nobles, que eran tan numerosas en aquella corte que era posible que nunca llegaran a tocar al emperador o en el más normal de los casos poder verlo unas pocas veces en toda su vida. No debía ser casual que las mujeres que ayudaban al emperador en sus tareas más personales fueran llamadas las "talentos", en una corte donde todo el mundo ocupaba una posición perfectamente definida.

En una vida dominada por desfiles, conmemoraciones, festejos, torneos, pantagruélicas cenas o cerradas veladas con un emperador distante, amo absoluto de vidas ajenas, adorado como un Dios, que obligaba a todos a dirigirse a él como "El que está por encima de todo". Un libro entretenido, que se deja leer con gusto, con un estilo ágil, que ofrece un buen rato de disfrute, especialmente indicado para quienes gusten de tramas históricas o exóticas en los que las pasiones, las conspiraciones y las venganzas dominen a sus personajes

Jorge Riet