2084. El fin del mundo

Opinión:

Ante todo, el lector debe saber que se encuentra frente a un libro muy especial -difícil de leer debido a diversos motivos que ahora expondré-, pero cuya lectura enriquece enormemente a la mente. No quiero meter miedo; puede ser una obra difícil, aunque es idónea para aquellos que quieran reflexionar y filosofar sobre la actualidad, sobre el futuro y sobre la condición humana con todas sus inquietudes.

Y me sabe mal haber comenzado así, puesto que "2084. El fin del mundo" es una novela que se merece todas las alabanzas que se puedan decir o escribir de ella. Quizás el elemento que más temor pueda dar a priori es su estilo. Se trata de una técnica narrativa cultísima, que va desde oraciones interminables hasta léxico de gran dificultad. En bastantes ocasiones he necesitado releer una oración, o una página, o un capítulo entero, porque me perdía con esa escritura tan enrevesada. Por lo tanto, queda claro desde un primer momento que esta novela no es apta para cualquier persona. Eso sí: se trata de un estilo impecable. El dominio sintáctico de Boualem Sansal enamora y, si se lee en voz alta, cada palabra destila ecos de un clasicismo modernizado, idóneo para el tema.

Y es precisamente eso, el tema, lo que atrapa al lector desde la primera frase. Alguien podría pensar que, habiendo leído a Orwell y el resto de distopías del siglo XX -Huxley y Bradbury, entre otros-, no tiene la necesidad de leer esta obra. Lo diré claro: se equivoca. No sólo por cómo está escrito "2084: El fin del mundo", sino por lo que dice. Porque, en estos tiempos tan negros para la paz, estas páginas son una oda al sentido común. Me atrevería a decir, incluso, que es la mejor queja contra la religión que he leído.

Porque, en realidad, lo que Sansal pretende es crear un mundo condicionado por una religión (que él llama abistaníes, pero que nosotros sabemos que son musulmanes). Y así, poco a poco, a base de detalles, nos va mostrando cómo se controla a la gente a través de unas creencias. Y no sólo nos muestra eso; también llega al punto de eliminar la historia pretérita -porque, como siempre se ha dicho, la historia la escriben los vencedores, y en este caso el poder lo tiene Abi- y reescribirla según su mitología litúrgica.

Debo decir que entrar en esta trama no es difícil. Ati, el protagonista, lo facilita todo, porque tiene esa visión crítica que se asemeja a la del lector, quien es consciente de que está leyendo una ficción muy cercana a su realidad. Porque, además, Boualem Sansal juega con la verdad y la mentira, con esa frontera tan poco delimitada que separa aquello real de lo ficticio. Llega un punto de la historia en el que, sin hacer spoilers, tanto el personaje como el lector comienzan a dudar de todo (y lo más curioso es que uno no duda sólo de lo que lee, sino también de su propia realidad e incluso de su identidad).

Es, en definitiva, una novela que muestra una visión actualizada de los clásicos del siglo XX, adaptada a los nuevos tiempos. Para quien quiera disfrutar, para quien quiera pensar y, sobre todo, para quien quiera entender el presente que vivimos, ése del que tanto nos quejamos sin llegar a comprenderlo bien. Recomendadísima. 

Darío Luque