La noche que no tenía final

Opinión:

La novela tiene un inicio de prometedor. De hecho, si uno no lee el sumario del argumento en la parte trasera del libro, cree que se encuentra ante una novela de ciencia ficción o de fantasía, pues en pocas páginas ocurren hechos extraordinarios. El escenario es la noche, cuando la gente duerme y la ciudad descansa, por lo que el lector puede creer que algo emocionante puede ocurrir. Sin embargo, a medida que avanza la novela, todo se vuelve previsible y realista. La novela es del género de novela negra, y como tal, con el debido respeto, fracasa en aportar esos ingredientes que la convierten en un género de intriga y suspense, donde le mantienen a uno en vilo y con la incertidumbre de lo que acaecerá. Abarca demasiadas páginas para una historia que en realidad no es tan larga. Lo único que se mezcla con recuerdos e interrupciones en la narración (está narrada por el mismo protagonista a dos públicos diferentes y a la vez: a sus padres y al lector). Está bien que se quiera dotar a la novela de significado y mensaje, claro que sí, pero si se opta por el misterio, uno no puede permitir que el lector, una vez que sepa por qué Doina quiere huir, ya visualice cómo se desarrollará parte de la obra. O al menos en aquellos entre cuyas preferencias sea la novela negra.

Tiene una prosa buena y que no requiere mucha complicación. La historia es lineal, lo que ayuda a que el proceso de la lectura se desarrolle de golpe y sin muchas confusiones. Empero, hay mucha paja. A veces la novela se torna pesada porque los leitmotivs se repiten en demasía y cortan bastante el desarrollo de la trama. Aquí uno no cree que sobren, pues le dan personalidad al protagonista, pero la demasía provoca tedio o hastío. De hecho, el escritor de esta historia, Antonio Lara Ramos, es doctor en Historia, y en relación a ello el lector puede tener una sensación de leer más un libro de historia que de ficción. Autores como Tolstoi o Stephen Crane emplearon la Historia en sus historias, pero de una forma vívida. "La noche que no tenía final" termina pareciendo una historia que no tenía final.

Hay que señalizar aquí los diálogos. Cualquier amante de la novela negra o de la novela en general quizá se encuentre algo decepcionado con los diálogos, puesto que no parecen propios de seres humanos. Es decir, hay momentos de tensión o de grave peligro en que los protagonistas no son capaces de transmitir con palabras los sentimientos que los acucian. Por ejemplo, en todo el momento el protagonista trata a los dos vagabundos de "usted", o en ningún momento se emplea ningún insulto cuando hay momentos de tensión o de violencia. Incluso la forma en cómo el protagonista se relaciona con sus padres tiene pinta de algo irreal. Al menos en la actualidad. Todo esto provoca la falta de realismo y vitalidad que necesitaría una novela con la que uno debería "intimar". Y si a esto le añadimos que el desarrollo se desenvuelve lentamente, el lector quizá termine algo decepcionado.

Cristià Serrano