Intemperie

Opinión:

Jesús Carrasco tiene la extraña virtud de resucitar palabras muertas y de bautizar los oídos del lector con ellas, porque estando a la intemperie no sólo ven los ojos, también las orejas observan. Sin apenas referencias temporales y sin orientaciones espaciales seguras, "Intemperie" nos recuerda por qué la vejez y la infancia nunca debieron perder su condición sagrada y nos alerta sobre las puertas que el silencio cómplice y la pobreza abren al abuso.

En medio de una erosión brutal -premonición literaria del futuro que nos aguarda-, la muerte espera entre las piedras, en las aguas putrefactas y los muladares; la sombra es una posguerra insegura, una paz incierta; la amabilidad, una anécdota fugaz. En medio de la nada absoluta, con la lluvia presa y el sol liberado, un cabrero y un niño caminan hacia la vida.

En las páginas de "Intemperie" las figuras del amo y del lazarillo adquieren una dimensión nueva, puesto que ambos comulgan pobreza y bondad a partes iguales. Ambos nos retrotraen la iniquidad del caciquismo, y como si de mesías mudos se tratase, con su peregrinaje anuncian la tragedia hacia la que se dirige la Tierra.

Es cierto que nos recuerdan el pasado y los días que están por venir, pero también que ecos bíblicos ruralizados subyacen bajo la agonía del camino y que nos regalan imágenes bellísimas dignas de ser leídas una y otra vez. Es cierto que los personajes avanzan desesperadamente mientras que nosotros retrocedemos a lugares donde la palabra solía solazarse; los vocablos relacionados con la agricultura y la ganadería nos hablan de otro tiempo, y los protagonistas, ayunos de diálogo, nos llevan de regreso a momentos donde un gesto se convertía en firma, juramento, promesa o trato.

En el secarral digital tan gratamente mejorable que nos hemos dado, libros como "Intemperie" nos recuerdan que el arte no ha muerto y autores como Jesús Carrasco que hay literatura más allá de la guerra.

Estoy seguro de que este libro está llamado a ser un clásico de la literatura y espero que la película no lo desmerezca.

Recomiendo su lectura abiertamente.

Jorge Juan Trujillo Valderas