garzón. la hora de la verdad

Opinión:

Debo partir de la base de que estamos ante un trabajo ciertamente excepcional por lo detallado de lo comentado, teniendo sobre todo en cuenta la gran cantidad de material que ha sido necesario analizar y condensar en apenas 350 páginas, y solo 290 de relato. (El resto son apéndices). Sólo por ello ya merecería la pena leer la obra, sin obviar lógicamente lo atractivo de la personalidad del Magistrado. He disfrutado enormemente la lectura que retomaré próximamente para desmenuzar nuevamente su interesante contenido.

Parte Loretta Napoleoni de que era necesario que la obra la realizara una persona que no viva en España porque la figura de Garzón se encuentra claramente dividida en defensores y acusadores en nuestro país. Desde fuera, a su entender, es la mejor manera de objetivizar  y se preocupa de repetir que no trata de tomar postura y su idea es dejar los hechos tal y como son.

Desgraciadamente esto último, es decir la plena imparcialidad, no se consigue. No sé si porque como la misma autora reconoce la visión de Garzón en el exterior es ciertamente positiva pues es visto como el juez del caso Pinochet y el juez que lucha contra ETA, o porque se denota que Loretta Napoleoni admira a Garzón.

No puede negar su admiración por cuanto defiende que el juez en todo momento busca la justicia universal y la defensa de los débiles, pasando de puntillas por cuestiones muy delicadas como el hecho de que estando de excedencia para el estudio, perciba importantes cantidades en metálico complementarias. No es un delito pero es una actuación ciertamente irregular.

Cierto es que la autora no niega que el Juez es un personaje mediático, que le gusta el reconocimiento y que suele ser egoísta atribuyéndose éxitos que no son suyos, al menos en exclusiva. Esto sin embargo es muy lógico que lo relate pues resulta muy evidente, lo reconocen sus mismos amigos y en caso contrario la obra hubiera resultado poco creíble.

Aunque inicialmente el libro es independiente y traza las luces y sombras del juez, partiendo de sus inicios, ya en la evocación de los recuerdos de niñez y del campo andaluz, resulta tan artificial como el vergonzante libro de Pilar Urbano, “El hombre que veía amanecer”. Y manifiesto expresamente que no me parece objetiva la autora por dos cuestiones principales.

La primera en relación a que la autora en relación a las querellas presentadas se sorprenda que se mantengan tan sólo con la acusación particular, y con el interés en el archivo por parte del Ministerio Fiscal. ¿Desconoce Loretta Napoleoni el funcionamiento de los fiscales en España y del cuasi servilismo del Fiscal general del Estado en relación al Presidente del Gobierno? Prefiero pensar que sí, pero es por supuesto un error de bulto.

La segunda es su sospecha contra toda la cúpula de la Judicatura España por proceder a la imputación del Juez Garzón y su referencia especial a que muchos de estos jueces son hijos de personalidades que ocuparon puestos de responsabilidad en tiempos de Franco. Muy grave me parece que se dude de la independencia del Alto Tribunal Español y más por alguien que viene de fuera, pero es simplemente ridículo que por tener un padre o parientes que en tiempos de Franco ocuparan puestos, esto contamine su acción actual. ¿Desconoce la autora que Conde Pumpido (fiscal jefe con el Partido Socialista), María Teresa Fernández de la Vega (destacada Ministra del Partido Socialista) entre otros muchos son hijos de destacados miembros del aparato de Franco? Prefiero pensar que sí, pero vuelve a ser un error de bulto.

Así mismo es totalmente surrealista que la autora deslice entre sus “sentencias” que la crisis actual es causa del anterior gobierno y no del actual que no ha podido hacer nada.

Evidentemente enlazando ese comentario con las ausencias de dos pifias muy conocidas de Garzón, (el parón del caso Faisán y la tendencia a aparecer en prensa los sumarios secretos que instruye) me hacen pensar que más que biografía esto no es sino un lavado de cara del Magistrado.

No obstante está muy bien escrito, se lee con interés, se aprende y yo recomiendo airadamente su lectura, lógicamente con un prisma de contraste.

Raúl Borondo García