Anika entre libros

Entrevista a Higinio Polo por sus obras

"Estrictamente, no puede decirse que escriba sobre viajes, aunque aparezcan distintos países en mis textos literarios o en mis artículos periodísticos."

Firma: Erasmo R. / Fotos: autor / Julio 2004

 

Higinio Polo es profesor de Historia y vive en Barcelona. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona, ha publicado numerosos trabajos sobre cuestiones políticas y culturales y colabora en diversas publicaciones periódicas. Es autor de las novelas Al acabar la tarde en Singapur, y Vientre de nácar, ambas en Montesinos, y del ensayo Irán, memorias del paraíso, también en la misma editorial.

 

 

ENTREVISTA

 

Usted toca muchos géneros literarios. ¿En cuál de ellos se siente más a gusto?

No estoy muy seguro de que me interesen todos los géneros literarios, sobre todo pensando en las epopeyas, los madrigales, las odas, e incluso las fábulas, aunque a estas alturas es difícil establecer fronteras entre géneros diversos que nos sirvan para algo más que para repartir etiquetas. Abordo algunos, sí; contenidamente, creo. De hecho, lo que más me gusta es mezclar la pura invención con los textos ensayísticos, hasta el punto de confundir una cosa con otra. En los textos periodísticos juego con la información, la crónica, el reportaje e incluso el ensayo. También en las novelas: en la que aparecerá próximamente se incluyen, por ejemplo, artículos periodísticos escritos por algunos de los personajes de la novela.

 

¿Qué pretende al escribir sobre viajes? ¿Es sencillamente una forma de dar a conocer otras culturas, países o costumbre o un medio para fomentar el interés por "los otros"?

Estrictamente, no puede decirse que escriba sobre viajes, aunque aparezcan distintos países en mis textos literarios o en mis artículos periodísticos. Me explicaré: viajar a Irak, como he hecho, no tenía sólo el estímulo de conocer Bagdad, Babilonia o Samarra, sino, sobre todo, comprobar los estragos que causó la política norteamericana a la población iraquí, cuyo sufrimiento continúa, para después hacer llegar esa realidad, en la medida de mis posibilidades, a quien no la conoce. La sanguinaria ocupación que hoy está padeciendo Iraq no debe olvidarse y creo que todos debemos contribuir a poner límite al sufrimiento y a la guerra. No creo que se escriba sobre viajes, sino sobre los seres humanos. Dicho esto, no me importaría nada que se me pegase a la piel algo del Stendhal de "Paseos por Roma", del Magris de "El Danubio", del Calvino de "Las ciudades invisibles", del Conrad de "El corazón de las tinieblas", o de cualquiera de los libros de Norman Lewis. Pido poco, ¿verdad?

De igual forma, viajar a Irán o a Vietnam, a la Argentina o a Sudáfrica, me acerca a otras realidades que expresan también la diversidad humana y la soledad de la gente normal ante la brutalidad del poder imperial y de sus cómplices. No olvidaré nunca, por ejemplo, el rostro quemado de una joven mujer vietnamita por el napalm lanzado por los bombarderos norteamericanos, en Hanoi. Aquella mujer debía ser una niña cuando la ferocidad de los militares de Washington se cruzó en su vida. Como no olvidaré los interminables kilómetros de miserables barracas donde la segregación blanca obligó a vivir a los negros sudafricanos: todavía hoy, muchos viven en ellas.

 

Como articulista mantiene una línea muy crítica con el poder y con el sistema. ¿Cree que merece la pena esta batalla?

Sin duda. ¿Qué otra cosa mejor y más digna podríamos hacer? Los intelectuales siempre se han mantenido, mayoritariamente, al amparo del poder; el escriba sentado es un funcionario a sueldo del poder, complaciente, que siente a veces la comezón de su complicidad, aunque obtenga beneficios personales. Eso empieza a quebrarse con fuerza en el siglo XX, sin que olvidemos por eso los autores que, antes, contribuyen a la elaboración de un discurso y una tradición de crítica al poder: nombres como Zola o Wilde, incluso Tolstoi, muestran otras inquietudes. Después, ya en la estela de la revolución bolchevique, hombres como Henri Barbusse o Romain Rolland, crean un movimiento -o adoptan una posición, como quiera- que llega hasta nuestros días. Curiosamente, los más feroces ataques contra lo que se ha llamado el intelectual comprometido han surgido siempre de otros intelectuales, en nómina del poder.

 

En relación con lo anterior ¿no teme que el sistema consiga que sea usted considerado un escritor marginal?

Tendríamos que definir qué es un escritor marginal. Por otra parte, no es que "el sistema" planee una acción concreta para todas y cada una de las personas que se dedican a tareas más o menos intelectuales. Sencillamente, privilegia el discurso que le interesa y facilita la promoción de sus protegidos.

Para mí, la marginalidad está más ligada a las zalamerías ante el poder, a la insignificancia que supone aceptar convertirse en ornato, portavoz o cómplice, a veces en artífice directo del discurso del poder capitalista. La verdad es que, pese a los problemas que he tenido -y tengo- con algunos periódicos de difusión nacional para publicar artículos de opinión, puedo hacerlo en otros medios y revistas, que, si bien no tienen la misma difusión, son mucho más honestos y dignos.

 

¿Cree que el mundo de la cultura puede contribuir a mejorar la sociedad y de ser así cuál sería el camino?

Sin duda, puede hacerlo. Como puede hacerlo también el conjunto de los metalúrgicos o de los trabajadores de la sanidad. En el mundo de la cultura, como en cualquier otro grupo social, los intereses son muy diversos, y las expresiones literarias, o artísticas, están siempre ligadas a una concepción del mundo y de la vida de la que nadie puede desprenderse. No hay más que leer los artículos de los colaboradores de los principales periódicos: siempre hay excepciones, desde luego, pero la mayoría saben perfectamente lo que hay que escribir en cada medio.

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¿Qué opinión le merece la difusión de la literatura a través de internet?

Me parece muy bien, la verdad, que se difunda textos literarios por Internet. Es un excelente instrumento para divulgar ideas, aunque si, además, los ciudadanos compran libros, mejor.

 

¿Qué espera en el terreno educativo y cultural del nuevo equipo de Gobierno?

Como mínimo, que cambie radicalmente los propósitos educativos del anterior gobierno de José María Aznar, que la religión salga de los centros educativos y que se incremente la inversión en la educación y en la instrucción pública. Y que se luche contra la invasión de la peor cultura norteamericana, que es la que, en general, nos llega, cuando también se hacen allí cosas del mayor interés, aunque apenas se conozca.

 

¿Le sorprendió la victoria de ZP, o, mejor, ganó ZP o perdió Aznar?

Sí, fue una sorpresa para todos, también para el PSOE. Probablemente, el partido socialista recogió los votos del hartazgo de la población ante una forma de gobernar, junto a la movilización de última hora producida por la indignación ante las mentiras del gobierno y su vergonzosa subordinación al poder de Washington. De todas formas no hay que esperar demasiado de un partido socialdemócrata que tiene un alma liberal.

 

¿Tras el 11 de marzo cree sinceramente que se puede producir un cambio serio en la sociedad con respecto al tercer mundo?

No, no lo creo. Para ello sería necesario el fortalecimiento de los sectores situados más a la izquierda del PSOE -los representados por Izquierda Unida, el Partido Comunista de España, y otros ligados al anarquismo y a la izquierda anticapitalista- y la configuración de un bloque de cambio que apostase por un cambio real en las estructuras económicas y sociales del país. Por otra parte, los cambios no pueden realizarse a escala nacional: ahí están las ataduras de la Unión Europea. De todas formas, o el mundo desarrollado se toma en serio la radical desigualdad que existe en el planeta y renuncia a una parte de su bienestar para contribuir al desarrollo planetario o tendrá que afrontar gravísimas crisis: el ochenta por ciento de la humanidad no puede seguir viviendo en las condiciones en que lo hace.

 

¿Nos puede adelantar algo sobre su próxima obra?

Ya he comentado que, en unas semanas, va a aparecer una novela. Además estoy trabajando en varias cosas simultáneamente: manías. Estoy ultimando un libro sobre la política exterior norteamericana, que, de hecho, es una selección de ensayos y artículos que han aparecido en distintos medios; trabajo también en un pequeño ensayo sobre una figura de la literatura española, y todavía en otra: una colección de imágenes que tienen una proyección histórica y literaria, y, finalmente, una novela a propósito de cierto archivo, tal vez imaginario. No sé cómo voy a salir de todo este lío.

 

¿Está usted de acuerdo en que España de acuerdo en que España goza de una buena salud literaria?

No sabría qué decirle.

 

¿Por qué se lee tan poco en este país?

Buena pregunta. Probablemente porque se sirve a la población la basura de una cultura de masas que busca el embrutecimiento popular. La II República hizo más, en apenas cinco años, por la instrucción popular y por la cultura que estos veinticinco años de monarquía impuesta. No desdeño, ni mucho menos, la libertad conquistada, en la que, si se ha avanzado en muchos aspectos ha sido exclusivamente por el empeño y la lucha de las organizaciones populares. Pero no puede olvidarse que, hoy, esta relajada monarquía de fastos y francachelas privadas convive gustosamente con los beneficiarios de la corrupción, con los empresarios de alma esclavista, con los hijos del franquismo reconvertidos en delicados liberales dispuestos a seguir sirviendo basura a la población. Esa es la explicación. ¿Cómo va a leer quienes se embrutecen con los programas de televisión?

Y gracias por todo, habéis sido muy amables.

 

Gracias a Usted por su tiempo.

 

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