Anika entre libros

Entrevista a Eugenio Suárez-Galbán-Guerra por "Cuando llevábamos un sueño en cada trenza”

"La novela es cuestionamiento, y este puede incluir al autor. Sé que puede sonar superficial, pero no tengo otra forma de decirlo"

Firma: José Luis / Fotos: autor / Enero 2008

 

A Eugenio Suárez-Galbán Guerra "le nacen en Manhattan", como él mismo cuenta, en 1938, en plena Guerra Civil. De padre español nacido en Cuba y madre canaria, viene por primera vez a España tras la Segunda Guerra Mundial.

Desde 1947 se educa en Nueva York, en un colegio jesuita ("a los que agradezco sobremanera siete años de latín"). Estudiante en la Universidad de Nueva York, recuerda con cariño a sus profesores que, exiliados, le abrieron los ojos de otra España, como Francisco Ayala, Ernesto Da Cal, Carmen Aldecoa o José Olivio Jiménez. Becado en 1963 con la Beca Huntington en la Facultad de Filosofía y Letras y compañero de estudios de Dámaso Alonso y Rafael Lapesa, su tesina sobre el Lazarillo de Tormes (dirigida por José Ares Montes) recibe el Premio Huntington 1964.

Doctorado por la Universidad de Nueva York en 1967, vuelve a España para quedarse definitivamente en 1975, tras la muerte de Franco. Desde entonces "me tuve que ganar la vida enseñando en universidades extranjeras en Madrid, ya que mi doctorado era de NYU, y pese a haber tenido los profesores que tuve. No sólo no me he arrepentido nunca pese a condiciones profesionales más precarias, sino que siempre digo que de Madrid me sacan sólo para ir al cielo".

En 1982 gana el Premio Sésamo con "Balada de la guerra hermosa", a la que sigue "Como una brisa triste" en 1986. Cultiva diversos géneros, publicando varios libros de poesía ("Lima, Lezama" y "Última soledad de César Vallejo y otras soledades"). Admirador de este poeta, en 2002 publica "Los potros de bárbaros atilas y otros cuentos" (en clara alusión a "… serán tal vez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte…" de dicho autor).

En 2007 publica "Cuando llevábamos un sueño en cada trenza". Tras él, más de setenta artículos críticos, un estudio sobre Diego de Torres Villarroel, varios libros colectivos, editor (Editorial Orígenes), traductor…

Una vida dedicada a la literatura, cultivada con gusto, tesón y, sobre todo, con mucha ilusión. Ilusión que, a su edad, aún se trasluce en cada una de sus palabras. "Actualmente sigo enseñando dos clases en universidades extranjeras de Madrid. Hace dos años, me doctoré por segunda vez, ésta en la Universidad de Leiden, con una tesis en inglés sobre España en la literatura norteamericana, la cual ha sido adaptada a libro y será publicada en la Editorial Rodopi de Amsterdam".

 

 

ENTREVISTA

 

Yo siempre he encontrado difícil escribir sobre el mundo de las mujeres (si en realidad existe uno distinto, que más que esto supongo que es una percepción y una forma distinta de enfrentarse a éste, ni mejor ni peor, que la del hombre). El adentrarse en ese mundo, con sus sentimientos, sus frustraciones, sus sensaciones, necesita un cierto dominio del mismo. ¿Piensas que en "Cuando llevábamos un sueño en cada trenza" has plasmado realmente formas de pensar, de actuar, de sentir,… de ser mujeres en suma?

La pregunta plantea el antiguo problema biográfico-literario que a mí me toca de frente, pues me crié literariamente en los años en que la Nueva Crítica planteaba la necesidad de mantenerse siempre dentro del texto, que es, en definitiva, lo importante.

Lo comparto, pero no al extremo de excluir forzosamente y siempre la biografía del autor. Flaubert - bisexual - escribió una máxima novela femenina, mientras que Lorca - gay - bordó sus personajes femeninos (hay quien dice por identificación debido a su condición gay) y Tolstoi - heterosexual, que sepamos - creó un personaje femenino extraordinario. Además, reaccionario y místico, los escritos de éste fueron utilizados por Lenin - sin forzar el texto - para justificar la Revolución bolchevique.

A lo que voy: no es necesario vivir lo que se escribe, máxime que se escribe desde la vida, sí, pero también desde la literatura, desde lo que se lee. En mi caso, creo que "Trenzas" responde a ambos motivos. "La vida perra de Juanita Narboni", de Ángel Vázquez, me impactó sobremanera. La tuve que leer a destajo, sin embargo, pues pese a toda fascinación, me costaba ese monólogo interior de casi 400 páginas. Tras terminar "Los potros de bárbaros atilas", donde experimenté con diferentes estilos - primera, tercera personas, lirismo, realismo escueto, realismo sicológico y fantástico etc. - consideré que necesitaba cambiar, so pena de empezar a repetirme. Siempre me ha intrigado - y preocupado - la idea de que un escritor escribe el mismo libro una y otra vez. Será verdad, pero no literal, sino que responde a los demonios que Faulkner decía exorcizamos al escribir (los que Vargas Llosa y Sábato cuandollevabamos-portadadespués llamarían fantasmas).

Quería experimentar algo nuevo. Sólo después de terminado el primer borrador (y hubo partes que escribí hasta 10 veces) empecé a darme cuenta de que me había nutrido de la vida. En el caso de la prostituta Puri, ya en "Los potros" había tanteado el tema con una prostituta cubana (y como para algunos, lo biográfico siempre está a mano para explicar las cosas, un amigo cubano me preguntó si me iba de putas a mi edad, tan real le pareció la cubanita; lo biográfico aquí se limita a que ya yo había tocado el tema de la prostitución, pero que obviamente no lo había agotado, pues de lo contrario no hubiera sentido la necesidad de crear a Puri ).

Pero también Pili - la municipal- tiene un fondo real, pues en los 80, iba a una fotocopiadora cuya empleada era una chica que se aburría y que soñaba con entrar en la policía. Supongo lo habrá hecho, pues un día desapareció. Hasta la hermana Clemencia que tanta influencia ejerce en Puri existió, pues cuando me llevaron a NY a los 9 años y me metieron en un colegio de monjas sin saber yo inglés, una hermana así llamada me dio un cariño muy necesitado. Finalmente, por mi trayectoria existencial - desplazado, marginado, extranjero en todas partes (me identifico por completo con George Santayana) - supongo que me identifico fácilmente con las mujeres. Al menos, la crítica en alguna ocasión ha señalado que los marginados abundan en lo que escribo. En este sentido, aunque no sé si acierto o no, se me antoja que una mujer negra que fue como una segunda madre para mí en Cuba, donde pasé la mayor parte de mi infancia durante los años 40, tuvo algo que ver con mi identificación con esas mujeres de las que escribo. Ese niño que era yo no entendía por qué ella lloraba tan desconsoladamente al despedirnos. Ella, claro, sabía lo que yo ignoraba: que no nos volveríamos a ver.

Regresé a Cuba casi 40 años después, la busqué desesperadamente, y al no encontrarla, reventé en un llanto que me sorprendió a mí mismo. Pienso que de alguna manera quiero agradecerle su cariño, reivindicar su amor, a través de mis personajes femeninos.

 

Mencionas Nueva Crítica frente a Neohistoricismo ¿Podrías aclararnos por qué y en qué línea incluirías tu última novela?

No recuerdo haber enfrentado a los dos, pero en cuanto al último, sólo lo que cuenta la hermana Patri podría incluirse como Neohistoricismo, es decir, las alusiones a la Guerra Civil y la Posguerra. La verdad es que en esta novela le di mayor vuelo a la imaginación, aunque sin falsificar datos y hechos, contrario a otros escritos donde compagino los datos con la imaginación (pero nunca hay que falsificar, desde luego). Y en cuanto a la Posguerra, es asombroso cómo aún recuerdo el Madrid de 1950, cuando primero lo pisé de niño. Y el de 1963-64, cuando asistí a la Complutense, creo que estaba más cerca de aquél que al de hoy. Relativamente poco tiempo real, pero que en mi mente se convirtió en una vida prolongada. Quizá por experiencias como estas es que la máxima existencialista de que uno es lo que uno vive y cómo lo existe, nunca me ha convencido del todo. En mi caso al menos, la imaginación ensancha y ahonda la experiencia tal que a veces se confunden ambas. Sin duda, llegar a España (y especialmente a Canarias, claro), tanto de niño, como después, fue una especie de vuelta a Cuba, a la familia, incluyendo a esa mujer negra que me crió y tanto sigo amando. A muchos sorprende, pero a mí no, el que aún retenga un acento cubano tras tantos años.

Pero volviendo al Neohistoricismo y la Postguerra, leo actualmente la última novela de Antonio Martínez Menchén (Patria, justicia y pan), y su Madrid de la Posguerra me es totalmente familiar, como si me hubiera criado aquí.

 

¿Por qué el tema de la frustración de los sueños juveniles? Todas las personas las sufrimos. Desarrollarlos a través de Puri, Pili, Mari… ¿es más fácil o más difícil que hacerlo desde una óptica masculina?

Creo que algo de lo anterior ya empieza a contestar esto. Cabría añadir que al ser padre de dos hijas, pude constatar de nuevo cómo las mujeres lo tienen más duro. Me fascinan los niños, mi esposa y yo tuvimos un colegio infantil en Madrid durante cinco años, y ahí pude ver una y otra vez cómo el machismo empieza a corta edad a mutilar a las niñas (y como consecuencia también a los niños, pero de forma menos evidente). Iba al parque con mis hijas, y más de lo mismo. Sólo para asegurarse que yo jugaría con ellos, admitían los niños la presencia de mis hijas y otras niñas en sus juegos.

Por lo demás, no sé si mi óptica es femenina, ni si puede existir tal cosa. He estudiado bastante la crítica feminista, y no se pone de acuerdo en lo que es o no es feminismo, literatura femenina o literatura de mujeres y para mujeres. En mi caso, alguna crítica ha dicho que mis mujeres (en referencia a "Balada de la guerra hermosa", donde una mujer espera el regreso del novio) son las tradicionalistas pasivas que, como Penélope, se sientan a esperar. Será así, pero también ha sido así en la vida, y aunque una de las cosas que tengo muy clara es que no todo lo que cabe en la vida cabe en la literatura, en este caso creo que la historia confirma ese patrón.

 

Para mí, el libro está ligeramente descompensado. Hay una línea que es la reunión de las amigas en Lucio, con el tabernero como crítico y observador desde fuera. Hay otra línea, más introspectiva, más profunda, reflexiva, que es la de la hermana Patrocinia. ¿con cuál de dichas líneas se ha sentido más cómodo?

Con ninguna y con todas. Precisamente lo que quería era marcar un contraste entre los dos mundos, incluso, por supuesto, a nivel lingüístico (y no solo por el lenguaje soez, claro, sino también por el uso de la gramática - el laísmo, loísmo, etc., siempre ausente en el caso de la hermana Patri). Pero un contraste que también insinuara algunas coincidencias que creo sería mejor contestar en otra pregunta que me haces más adelante. Por lo demás, siempre me divierten sobremanera dos cosas al publicar: el hecho de que yo mismo coincida en muchas de las preguntas que me hacen los lectores sin saber la respuesta, y las diferentes preferencias de los lectores. Por ejemplo, a ti te pareció Sor Patri la más genuina, mientras que a otros les ha parecido demasiado intelectual; otros prefieren a Puri y, en un caso, a Pili, que fue la que más batalla me dio, como dijo el propio narrador. Paradójicamente, el que Puri sea gran lectora de Buena Literatura no parece chocar a nadie. Debe ser que aceptan antemano que se trata de algo irreal. Porque la novela es claramente inverosímil adrede a ratos, ya que uno de los mensajes es el que acabo de mencionar: la vida es una cosa, y el arte otra, por mucho que puedan parecerse. Como dijo Picasso: ¿para qué el realismo, si la cámara fotográfica ya lo puede captar?; el pintor tiene que crear otra realidad. ¿No ha sido así siempre? O sea, la pugna entre El Greco y Velázquez.

 

 

Puri, Pili, Mari, Yoli, Trini... ¿capricho o casualidad en la elección de nombres abreviados, todos ellos acabados en "i"? (ya sé que es una tontería, pero me da curiosidad).

Galdós es el máximo novelista de Madrid precisamente porque era canario, vino de afuera. Siempre me ha maravillado el habla madrileña, incluyendo los nombres y apodos. Pili y Trini son nombres de dos mujeres que limpiaban en una universidad donde estuve. Tomaba café con ellas, y me lo pasaba pipa con sus cuentos, expresiones y ocurrencias. Puri, claro, es irónico para una prostituta. Siempre leo cuando uso el transporte público, y logro la concentración hasta que oigo una buena conversación cheli que siempre me maravilla. Hoy, con los móviles, puedo leer menos: "Tía, me follaron viva" oí no hace mucho, a toda voz, en una guagua, según llamamos en Canarias y el Caribe a los autobuses. "Me parte la polla, tía," oí en otra ocasión. En cualquier otro país del mundo, eso equivaldría a un escándalo, como también dice una inmigrante en la novela. Me maravilla esa soltura lingüística cuando hasta las ancianas mandan a hacer puñetas sin más a gritos en el transporte público.

¿Los apodos? Expresan una riquísima mezcla de sentimientos: cariño, admiración, intimidad, confianza … etc.

 

Otra curiosidad al hilo. En tu respuesta anterior dices: "Galdós, el máximo novelista de Madrid precisamente porque era canario…". ¿Crees realmente en que nadie es profeta en su tierra? ¿O lo dices por empatía geográfica contigo?

Desde luego, el dicho tiene su lógica: nadie es profeta en su tierra, porque todos lo conocen, y no es verdad otro dicho que sostiene que más vale malo conocido que bueno por conocer. Tendemos a menospreciar lo nuestro (¿no es ese precisamente el complejo de José Arcadio Buendía en "Cien años de soledad", y por extensión, de aquella América Latina que menosprecia su propia magia y envidia la tecnología de otros?).

¿Qué hubiera sido de Galdós de permanecer en Las Palmas? No creo sea difícil adivinar que hubiera terminado en otro regionalista más, ya que no cabe dudar que se nutria constantemente de la vida que llevaba en Madrid. Las Palmas, simple y llanamente, y aunque duela decirlo, no podía aportar igual riqueza novelesca. Lo que sí cabe decir es que los rencores y las rencillas que lamentablemente abundan en el mundo literario, en Madrid no le vinieron de parte de la comunidad canaria, la cual le acogió con cariño y admiración en sus tertulias y demás actividades, aun antes de ser famoso, empezando por el propio León y Castillo. Sí, también me identifico geográficamente con él, máxime que su gran amor, además, toca mi otra geografía: era una prima cubana.

 

Por mucho que lo he intentado, no he conseguido ver un enlace claro entre ambas historias (la del grupo de mujeres y la de la monja) ¿Qué se me ha escapado? ¿O en realidad no la hay?

Es una de esas preguntas que yo mismo me hice al escribir y me sigo haciendo tras publicar. No quería que fuera demasiado obvia cualquier coincidencia, pero haberlas, espero, haylas: la condición de mujer marca a todas ellas. Patri se queja de los privilegios de los curas, a pesar del compromiso de las monjas, como Puri y Trini de los abusos de los hombres. Nadie me lo ha mencionado, pero quise dejar en el aire si Patri llegó a tener relaciones con Benigno (cuando se despedían durante la guerra), de la misma manera que Trini, y que Pili quiso, pero no pudo, debido a su novio. Con lo cual quería igualarlas a todas por el amor. Por lo demás, Patri está dividida entre el conservadurismo de su madre y el liberalismo de su padre. Este le permite identificarse, a sus 85 años, con prostitutas y gays, aunque su parte conservadora no le permita admitirlo a nadie salvo a Dios.

Y el contraste también me pasó por la mente: Puri siempre quiso ser monja; Patri quería ser esposa y madre. Esta se hizo monja, y aquella prostituta (aunque se insinúa que puede ser ella la novicia, sin precisarse si es ella o Pili al final, de forma definitiva).

Hoy, las mujeres en muchos casos toman la iniciativa (Pili con Manolo); durante la postguerra lo común era el acoso que Patri sufre en el tranvía. En este sentido, Trini está en medio: aguanta a Javi, pero no del todo. Por supuesto que algo de esto lo intenté conscientemente, pero otras cosas salieron así sin más.

Y otro aspecto que a mí no me resulta tan claro como a ciertos lectores: la relación entre Patri y su padre y su decisión de meterse a monja. No la veo clara, pero presiento que de alguna manera ella quiere exculpar a su padre sacrificando su vida por él. Lo cual no quita que tuviera verdadera vocación, pero sí se añade a su aspecto maternal que nunca le abandona. Pero, repito, no lo sé (y Puri, ¿no alude ella también a cómo a ciertos clientes hay que tratarlos como si fuera ella una madre?).

Y eso mismo - la incertidumbre - me parece positivo, aunque a otros pueda parecer un fallo del autor. La novela es cuestionamiento, y este puede incluir al autor. Sé que puede sonar superficial, pero no tengo otra forma de decirlo.

 

Al leer el libro di por sentado que, efectivamente, Patri mantuvo relaciones con su novio Benigno antes de irse éste a la guerra. No obstante, tú dices que en realidad no lo sabes, que lo dejas en el aire… Sé que no tiene importancia, pero ¿puede el autor dejar al libre entendimiento del que lee ciertos puntos que podrían ser interpretados de forma totalmente distinta por lectores distintos? ¿No se corre el peligro de enfocar al personaje implicado de modo distinto a como en realidad pretendería su creador?

Es que en este caso el autor mismo no sabe qué exactamente pretendía. Y eso, salvo si se trata de una incoherencia impuesta por un fallo literario (en vez de por la misma realidad que esa literatura está tratando), me parece positivo. ¿No ocurre lo mismo todos los días con la gente que conocemos? Ya lo decía Henry James, entre tantos: la épica afirma, la novela cuestiona. Como la vida (aunque - ¡otra vez! - ésta no tiene porqué caber toda y tal cual en una novela).

 

Sí existe una intersección en ambas historias. Casi al final, usted realiza un cameo literario. Aparece usted frente a ellas, choca con Puri (¿por qué la más baqueteada por la vida es la que más carácter tiene?) y la hermana Patrocinia expresa unos vagos recuerdos de esa reunión. En resumen, ¿un juego literario, un intento de ensamblar ambas historias o un "algo" que vuelve a escapárseme? (y que de ser así, no me gustaría que se me escapase también en esta entrevista, claro).

Bien lo ves y dices: un juego literario, y juego peligroso. No sé si entiendo bien la pregunta, pero creo que aludes a la intromisión del narrador. Por lo pronto, Puri, en efecto, es la que más carácter tiene, nada raro en una prostituta que rechaza a los chulos. Intenté evitar el estereotipo de la prostituta vencida por la vida: la misma fuerza que tenía cuando niña que le cantaba las cuarenta a los gachós del barrio, revela como mujer que se ha lanzado a la vida. Al introducir al narrador, me jugué el todo por el todo. Ya sabes que romper la ilusión literaria, la inmersión en ese otro mundo que el de la vida, como decía Ortega, es siempre un riesgo. La evasión es un móvil de lectura inevitable, con la diferencia entre la Buena Literatura y el best-seller de que aquella te devuelve a la vida más fortalecido, siquiera por ahondar en la gran pregunta qué es la existencia.

Se me preguntó que por qué no seguí con la trama sin entrometer al narrador: simple y llanamente porque esa era la verdadera trama. Enfrentar a todas, y especialmente a Puri, con un narrador en un texto que pretendía no seguir dócilmente los pasos de Pirandello o Unamuno. Aquí quería que los personajes - Puri, en concreto - le dijeran al narrador cómo tenía que terminar. Al final, en ese campo de Jaén, la monja comenta sobre el narrador como si fuera una figura molesta, pero secundaria. En cierto modo, pues, ni la pugna entre personaje y narrador como en "Niebla" de Unamuno, ni la búsqueda del autor de Pirandello. Patri hasta resiente su presencia. Quizá más cerca de Cervantes cuando don Quijote y Sancho comentan sobre el autor como si fuera un inconsciente que no tenía idea a ratos de lo que hacía.

 

El mundo del grupo de mujeres se ve total y siempre condicionado por su relación con los hombres, una relación de la que el macho siempre sale muy malparado ¿Es siempre así, o utiliza la exageración como otro recurso, protesta, denuncia de la relación, muchas veces abusiva, hombre-mujer?

En el "Quijote", en Lope, en los dramas de honor de Calderón, las mujeres siempre son más íntegras, más éticas, que los hombres, amén de ser víctimas (o quizá debido a ello). Lo mismo ocurre con el machista Hemingway, que no pudo evitar crear personajes femeninos que ensombrecen a los masculinos (Lady Duff en "Fiesta", la mujer en "El gato bajo la lluvia", por mencionar sólo dos). Supongo que esto simplemente refleja el exorcismo de culpa que una sociedad machista lleva a cabo a través de la literatura (¿y qué sociedad no es machista, lamentablemente?). Creo que la denuncia es inevitable, intencionada o no de forma consciente: la impone la misma realidad.

Por otro lado, ha habido lectores (y lectoras, que en este caso puede resultar más significativo) que me han comentado que el policía machista - Ramírez - les resulta a la postre hasta simpático, ya que de alguna manera intuyen su peculiar problema (herencia machista, franquista, pero también capaz en ciertos momentos de algún sentimiento positivo). Y el caso de Manolo, el guardia civil puro y casto que contrasta con el otro guardia civil, Javi, ha ocasionado reacciones positivas (sigue sus principios) y negativas (es un mojigato). Siempre que recibo reacciones contrastantes, pienso que algo al menos ha ido bien.

 

Considera la existencia de comentarios contrastados sobre una novela como algo positivo. ¿Por?

Sí, creo que lo he dicho anteriormente. La respuesta está dada ya en la respuesta a la pregunta anterior. La vida es una gran pregunta, un gran misterio, un enorme enigma. Lo contrario es de lo que tratan de convencernos políticos y best-sellers. Si algún día escribo algo que no levanta polémica, consideraría dejar de publicar.

 

La estructura de la obra (si exceptuamos nuevamente a sor Patrocinia) me recuerda a "Atlas de geografía humana", de Almudena Grandes. ¿Ha leído usted a Almudena? ¿Esa obra en concreto?

Salvo algún que otro artículo periodístico, nunca he leído nada - ni siquiera un cuento - de Almudena Grandes. Pero nada me extraña tu pregunta, ya que coincide con una de las pocas máximas de la teoría literaria que acepto sin cuestionar: el problema de las influencias que son coincidencias (lo he repetido a lo largo de muchos artículos). Por eso, bienvenido sea el término intertextualidad, por mucho que me parezca que la Posmodernidad simplemente ha trocado términos sin cambiar realidades. Mi pasión ha sido desde siempre la literatura comparada (me doctoré por la U. de Nueva York en 1967 en lenguas y literaturas románicas, y hace dos años, en 2005, por la de Leiden en literatura. Aunque con concentración - tesis - en anglo-norteamericana, ya que me ofrecieron este segundo doctorado con sólo escribir la tesis, la cual iba a ser de todos modos un libro - en ingles - que en estos momentos estoy puliendo para una editorial en Amsterdam).

Quiero decir que mi intertextualidad es un popurrí, pero si me presionan, diría que Cervantes, Faulkner y Joyce son las fuentes principales (Faulkner incluso puede haberme perjudicado, según recuerdo me contó en una ocasión Vázquez Montalbán, quien estuvo en un jurado donde una novela mía salió entre las finalistas, y me dijo que el jurado la había encontrado demasiado críptica a veces, faulknerianamente críptica).

Y en cuanto a "Trenzas", no me cabe duda, por cuanto acabo de decir, que temo la arbitrariedad de las influencias literarias: "La vida perra de Juanita Narboni" fue algo así como el punto de partida. Hay quien ha visto a Cela, pero si es así, no estuve consciente de ello al escribir.

 

¿Hasta qué punto influye en ti "La vida perra de Juanita Narboni"? ¿Creó algún tipo de dependencia literaria o fue más bien una fuente de inspiración en la que englobar todo el mundo femenino que posteriormente tú desarrollas en "Trenzas"?

Esa novela me obsesionó. Había pasado varios veranos en Tánger cuando la leí, ciudad y país que me fascinaron de golpe. Pero como he dicho en otro lugar, me preocupó la idea de un monólogo interior de más de 300 páginas. Pero no sólo me obsesionó el lenguaje tan fresco, espontáneo y convincente, sino también, y quizá más, la ternura y el cariño que Ángel Vázquez revela por su personaje. Espero haberme contagiado de un cariño semejante hacia los míos, pues los siento de veras como si vivieran fuera del libro también. Pero ahí estaba el reto: ¿cómo variar el lenguaje tal, que los personajes no perdieran personalidad propia? Por supuesto que el caso de la monja Patri se distingue a las claras, ya que su hablar difiere claramente del de las demás, evitando laísmos, loísmos, soeces, etc.

A algún crítico le ha parecido que las demás hablan todas igual. Puede ser, pero entramos de nuevo en el conflicto entre vida y arte: mi experiencia me dice que gran parte de la juventud con la que entro en contacto diariamente, habla de manera uniforme, incorporando los últimos modismos, etc. ¿Basta esto para justificar la uniformidad lingüística en una novela? Francamente, no lo sé, y sólo puedo repetir que "Trenzas" en todo caso no pretende ser estrictamente realista (paradoja que otro ha señalado: cómo una novela de lenguaje tan cotidiano, incluye cosas tan irreales como el encuentro de la monja en el bar con las chicas, el sueño final de la monja que parece conocer a todos, sin explicación, o una prostituta que lee a Joyce y a teólogos, menos problemático acaso, pero aún así chocante). Por lo demás, intenté que la puritana Mari cuidara más su lenguaje y que el lenguaje de Pili revelara una ira que las otras no comparten.

¿Dependencia literaria? Nunca la he sentido o al menos no he estado consciente de ello. Es más, cuando Vázquez Montalbán, en un vuelo hacia Cuba, me señaló que un jurado literario había considerado que Faulkner me había influido excesivamente, lo seguí leyendo (hasta hoy), pero al repasar lo que escribía, me cuestionaba si había caído bajo su encanto de manera esclavizada. Porque si de inspiración se trata, eso sí: Faulkner me sigue animando (aunque más estilística que estructuralmente con los años, que ése - la estructura compleja - fue el mayor problema: me llevó a perder lectores su zigzagueo novelesco que yo defendía contra los críticos que lo censuraban. Por lo demás, mi fervor por Faulkner tiene una fuente real: un tío mío fue su amigo cuando el sureño vivió en la Universidad de Virginia, y hasta le enseñó español, aunque la carta a mi tío que se publicó en español en la correspondencia de Faulkner, no avala demasiado su aprendizaje. Lo que mi tío me contaba de sus charlas sobre Cervantes y otros temas, me impulsaron a enfrentarme con autor tan críptico a una temprana edad).

 

Me ha apasionado el personaje de la hermana Patrocinia. Se cuestiona tantos y tantos temas sobre la Iglesia católica, su evolución en el siglo XX, sus dogmas... Las fuentes que usted como autor utiliza para todos esos "cuestionamientos" ¿tienen algo que ver con su propio desarrollo vital? (al de usted me refiero, por supuesto).

Me crié en una familia ultracatólica, reboté hacia la izquierda (creo era Ortega quien decía que uno llega a su generación a los 30 años; en el 68, yo tenía justamente 30), milité en un Partido ML puertorriqueño cuando trabajaba con inmigrantes de esta nacionalidad en EEUU, pasé por una crisis cuando a una hija mía le diagnosticaron una grave enfermedad (que resultó ser falso), colaboraba tanto con la Iglesia católica como con el PCE para enviar ayuda a la Cuba castrista… y sin saber por qué, un día me encuentro yendo a la iglesia de nuevo sin dejar la izquierda.

Creo en Cristo, el del Sermón de la Montaña, en las monjas y los misioneros que entregan sus vidas por los demás, en que una prostituta y un ladrón pueden ser santos, en el libre albedrío como argumento tanto teológico (contrario a otras religiones) como filosófico… En fin, en una serie de cosas que la Iglesia sostiene, pero en otras, no.

Lo que la hermana Patri se cuestiona es lo mismo que yo, y que la teología de la liberación, la cual comparto sin problema alguno. No veo conflicto alguno entre socialismo y cristianismo, y sí, en cambio, entre éste y el capitalismo, ciertamente más al menos. En "Los potros" hay un cuento de un antiguo comunista que de repente se vuelve religioso, caso de Mercedes Sosa, Daniel Ortega y otros que he conocido, y caso nada sorprendente cuando se comparan ambos sistemas, aunque no sus prácticas, que precisamente contradicen la teoría. Por eso en la novela aparece la misa que se celebró en CCOO. Pero tampoco soy de los que se aferran a la idealización de la URSS, e incluso de Cuba: hay ciertas cosas que defendíamos en los sesenta que la realidad ha demostrado ser ilusiones falsas, por mucho que sea verdad que el capitalismo acosó el experimento socialista.

El que presentó "Trenzas" en Madrid es un viejo novelista comunista (por cierto, que no hace tanto me criticaba por tener reminiscencias estalinistas que espero haber sacudido ya del todo).

 

"De familia ultracatólica, reboté hacia las izquierdas…" Dicen que de padres conservadores nacen hijos radicales y viceversa, algo que algunos sociólogos llevan exponiendo desde hace varios años en nuestra sociedad. ¿Crees realmente en tal teoría - a ti parece que te pasó en cierta medida - o podría suponerse que en realidad dicho vaivén (generacional en ciertos casos) no es más que la proyección de la evolución de la sociedad? ¿No sería la reacción de Patri, que se hace monja, más bien debido a lo anterior que a una redención del liberalismo de su padre?

Es que Patri, bien vista, no acaba de sacudir la influencia conservadora de su madre, o al menos, así lo pretendí cuando ella asume posturas tradicionales (obedecer sin chistar ni jamás admitir su disidencia, suscribirse aún a Satanás como explicación del mal, escandalizarse ante la conducta de la novicia - si bien su lado liberal la hace reír a ratos - , crítica al protestantismo, etc.). ¿Hasta qué punto responde su vocación a reacción? Tampoco lo sé (ni creo que lo podría saber el mismísimo Freud, ya que volvemos al misterio de la vida, el ser humano y la novela. Si no perteneciera yo a la Generación del 68, ¿hubiera tenido la evolución que tuve? Otra vez: ¿quién sabe? Creo que en mi caso, al arrancarme primero de Cuba, y después de Canarias (pues como me dijo un escritor canario: cuando me llevaron a Canarias, era como volver a Cuba), me sentí marginado y extranjero en EEUU, lo cual, claro, facilita la rebelión (que por otro lado puede estar justificada también por razones que no son estrictamente personales).

 

Por su profesión docente y sus estudios ¿le ha sido más fácil escribir o, por el contrario, se cuestiona más la importancia de lo que quiere expresar y, por lo tanto, sería un obstáculo más a salvar?

Para mí la docencia y escribir van unidos: las clases, la crítica necesaria para impartirlas, el análisis de texto, todo se conjuga. Soy persona activa: salir, el contacto con la juventud, pasear, hablar en un bar con un desconocido, hacer labor voluntaria con inmigrantes… todo nutre lo que escribes. He llegado a escribir 10 y 12 horas al día, pero no creo me gustara hacerlo siempre (como Vargas Llosa, por ejemplo, y en esto vuelvo a Faulkner, quien escribía tres horas por la mañana, o Alfonso Grosso - fuimos amigos cuando vivía en Madrid - aunque él escribía por la mañana y corregía por la tarde, mientras para mí el ideal es escribir por la mañana y leer por la tarde).

Para sobrevivir he tenido que dar muchas clases, yendo de una universidad a otra: en el metro, en el autobús, caminando, voy construyendo tramas, ideando personajes. Y cuando no tenía literalmente tiempo para escribir prosa, resulta que descubrí que podía escribir poemas que tardaban en cuajar días (un verso, una estrofa). Me llevé una sorpresa cuando un amigo los publicó sin saber nada yo, pues nunca pensé publicarlos, y otra al recibir revistas de México, Puerto Rico, y creo que de Cuba también, donde habían aparecido algunos poemas míos sin yo haber enviado nada a esas revistas. (Incluso han aparecido en alguna web, también sin yo saberlo hasta que alguien me lo dijo).

Lo mismo me ocurrió con el único género creativo que no he cultivado, el drama: para el cincuentenario del asesinato de Lorca, un cuento mío fue escenificado en Sevilla (¡sin yo enterarme hasta años después!).

Quizá lo que quiera decir es que si vas a escribir, vas a escribir, independientemente del trabajo y las obligaciones que te caigan encima. Y no puedo imaginar una combinación mejor para escribir que enseñar literatura. Recuerdo que un profesor que tuve en la Complutense - Dámaso Alonso - que creo resentía que su categoría como crítico y docente eclipsaban la de poeta, siempre insistía en que no hay conflicto entre crítico y creador. Y eso es lo que hacemos cuando enseñamos literatura: crítica.

El quid está en no permitir que el análisis estropee la espontaneidad a la hora de escribir, aunque más allá de la primera redacción, me parece inevitable que el crítico vuelva a aparecer.

 

¿Algún proyecto en ciernes próximamente?

Varios, siempre.

Por un lado, seguir la sugerencia de un amigo cubano de escribir sobre mi juventud neoyorquina, y por otro, volver a la novela (basada en un tío abuelo legendario en Guía, Gran Canaria, que emigró a Cuba) y estudiar bien la influencia faulkneriana que a otros molestó. Abandoné ese manuscrito hace más de 20 años, pero me sigue entusiasmando, aunque ahora como amor maduro más que enamoramiento.

 

Una vida intensa, muchos conocidos famosos y una gran dosis de paciencia al intentar responderme a todas las preguntas. ¿Te gustaría añadir algo más? (siempre se queda algo en el tintero).

Devolverte las gracias por su paciencia también (¡y al lector que ha llegado hasta aquí!). Y felicitarte por unas preguntas que esquivan los dos grandes peligros de este género - la frivolidad y la improvisación inconsciente (que no es lo mismo que la espontaneidad saludable) - que yo también espero haber evitado en las respuestas.

 

Muchas gracias, pues, en mi nombre y en el de todo el equipo y lectores de esta web. Ha sido un auténtico placer poder charlar contigo y, casi, asistir a una excelente lección ex cátedra sobre literatura.

 

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