Anika entre libros

Entrevista a Estelle Talavera Baudet por "27 paraguas"

"Poesía: Creo que no hay mejor lenguaje que ese para que un lector entienda mi estado de ánimo sin estorbar el suyo propio, sin imponerle un idioma"

Firma: Joseph B. Macgregor / Fotos: autora / Febrero 2009

 

Hay libros que dan la impresión de que están vivos: laten en tus manos, sienten y padecen, ríen y lloran, te hablan y saben comunicar también cuando callan. Libros escritos con los cuatro sentidos, donde el autor - autora en este caso - se desnuda de tal forma que uno no puede menos que salir del automatismo emocional en el que esta sociedad de prisas y de autobuses repletos de gente le obliga a refugiarse en ocasiones para sobrevivir o seguir manteniéndose a flote. "27 Paraguas" es uno de esos libros que parecen dotados de vida propia, que te hablan cuando uno lo necesita y que si no andas con cuidado puede llegar a vampirizarte: inevitablemente uno tiene que dejarse morder por estos versos.

Joseph B Macgregor intercambia impresiones con Estelle Talavera Baudet, la joven autora de este hermoso poemario llamado "27 paraguas".

 

 

ENTREVISTA

 

Siempre he tenido la curiosidad por saber cómo se escribe un libro de poemas. Todos nos podemos hacer más o menos una idea de cómo hacer una novela o un relato corto…. Pero ¿cómo surge un libro de poemas? ¿Cómo lo construyes tú?

Difícil pregunta... Intuyo que cada libro es un mundo. Escribí una novela hace tiempo (hace tanto que imagínate la calidad de la criatura...), y lo hice por rachas, a veces obligándome un poco, otras sin pausa... La segunda novela (inacabada por decepción, por falta de fuelle) fue algo parecido, aunque con más miedo, con más respeto y, por lo tanto, más torpe, más lento, aunque con mejores resultados. Me parece terriblemente trabajosa la narrativa.

Pero la poesía es completamente distinta. Me resulta más instintiva, más visceral. Y tiene mucho de juego. Jugar con las palabras, con las frases, sus movimientos, su musicalidad y, sobre todo, jugar con los conceptos. Estelle -eloyCreo que no hay mejor lenguaje que ese para que un lector entienda mi estado de ánimo sin estorbar el suyo propio, sin imponerle un idioma. Las imágenes son en realidad particulares. Si te hablo de una casa vieja, tú no verás la misma que yo, te imaginarás tu propia casa vieja y sentirás tu propia desolación, no te impondré la mía, no sé si me explico.

 

Con Eloy M. Cebrián, su editor

 

En realidad no sé hacerlo de otra manera. Niko, mi pareja, es músico, y cuando me pregunta qué le parece una canción, soy incapaz de decírselo con verborrea, siempre acabo haciendo gestos con las manos para explicarle dónde decae la fuerza, dónde añadiría más "curva", más "rizo", más "bache"... Menos mal que ya ha logrado descifrarme... Le hacen gracia cosas como las que suelo decir: "una medusa me ha dado un timbrazo". A mí no me sorprende... para mí es una asociación lógica. Un timbrazo te sobresalta, es eléctrico, hace daño. Ahora, sé que es absurdo. Pero imagínate trasladar esas asociaciones absurdas al mundo real, y adaptarlas (y adoptarlas) a tu propio idioma.

Pues la poesía es algo muy similar. "Mi cuerpo imita la forma de un sauce llorón". Describir esa tristeza, esa dejadez de uno mismo de cara al mundo con otras palabras me resulta muy complicado. Mi tristeza, o mi concepto de tristeza, mediante esa palabra tan manida: "tristeza", no puede ser la misma para todos. Se queda vacía, hueca. Por eso la poesía, más que la narrativa, me resulta mucho más fácil, más efectiva. Su idioma me hace hablar. O habla por mí.

Me enternecen las imágenes imposibles, rozando el absurdo. Un pez coge mis gafas al nadar junto a tus zapatos. En realidad estás sumergido en tu propio mar de incomunicación. Si es así, ¿por qué no iba un pez a coger tus gafas? Y soltarías una burbuja al hablar, y tu roce sería medusa... Las posibilidades del lenguaje poético son infinitas. Son como cuadros, como si te abrieses en canal, como en los dibujos animados, sin dolor (o con dolor mitigado), y vieses todo el universo que se esconde allí dentro. No habría vísceras, ni pulmones, sino un circo, una batería de imágenes que recogen escenas de tu vida, de vidas ajenas, de detalles, películas, sensaciones indescriptibles al escuchar una música que te toque la fibra y un largo etcétera que no terminaría nunca.

 

Y siguiendo un poco con lo mismo: ¿De dónde te surge la excusa para escribir un poema?

No hay excusa. A veces es cierto que "hay" que ponerse a ello, obligarse un poquito a crear el ambiente. Quedarse solo, cómodo, encender un cigarro y, sobre todo, no pensar jamás en que vas a ser leído. Eso viene después. Si tienes presente al lector potencial a la hora de escribir estás perdido. Empiezas a perder el hilo, las imágenes dejan de ser espontáneas y acabas queriendo "explicar" algo. O gustar a todo tipo de lector. Te alejas de ti mismo. Y con la poesía no hay que explicar nada. Cada cual debe entender lo que desee entender. Y si coincide con lo que quiero expresar, mejor aún, habré logrado mostrarle lo que siento.

Lo que sí me ha sucedido muchas veces es que, al releer un poema que ha descansado un tiempo, descubro muchas más cosas de mí de las que pretendía al crearlo. Es la magia de la poesía. El subconsciente juega un gran papel en todo esto. Por eso, obedecer a esa sucesión de imágenes espontáneas es tan importante. Para mí no tener presente en ese momento al lector es vital si quiero ser fiel a mí misma. Picasso tenía toda la razón: que cuando llegue la inspiración ésta te pille trabajando.

 

¿Cómo te planteas entonces la creación de un poema? ¿Nace de un impulso o por el contrario es algo que trabajas y retocas mucho?

Una vez surge la primera escena, no paro de escribir. Si una frase ha tenido un "bache", ya volveré a ella más tarde, pero no interrumpo esa caída de piedras. Cuando estén todas en la falda de la montaña, entonces allanaré el camino, pero sin modificarlo demasiado. Esas imágenes se han sucedido por algo y a mí no me ha dado buenos resultados, a día de hoy, volver con demasiado empeño sobre mis pasos. Acabo cambiando el rumbo de la caída y deja de ser real.

Lo que sí es cierto es que hay que volver a los poemas una vez haya pasado un tiempo. Descubres mucho mejor esos (reitero) "baches" que entorpecen la caída de las piedras, el lenguaje del propio poema, pero Estelle1sin perder el hilo ni la subjetividad.

En el caso de 27 paraguas fue un impulso más agudo todavía. Releí en profundidad el material que tenía una vez supe que me iba a publicar Eloy M. Cebrián (editor de El problema de Yorick), y me cargué casi el 70% del poemario. Tenía una mes para volver a darle forma, y es lo mejor que me podía haber pasado. A mi gusto, esos son los mejores poemas.

 

Durante la presentación

 

¿De qué modo tu afición por la fotografía invade o te influye en tu modo de sentir y expresar la poesía?

Ahí le has dado... Me dedico al diseño gráfico, aparte de la edición. Y debo admitir que me gusta más lo primero. El diseño, la fotografía, la pintura, son un compendio de equilibrio de formas, colores, objetos que, juntos, crean determinada escena, determinado lenguaje, generando una sensación final. El encuadre, que parece algo banal a priori, es mi obsesión. Un mal encuadre puede deformar por completo una sensación. Y no sólo en fotografía o en pintura; los márgenes de un poema son los márgenes de esa fotografía. El justo verso, la palabra precisa, la fotografía de una escena mental adecuada, es el encuadre que hay que buscar. El arte no morirá jamás porque es un "simulador" de emociones. Ahora existe el cine en 3D, los videojuegos, pero el arte es todo eso, aunque parezca mentira. El lector se coloca el casco y los mandos, o las gafas ridículas de 3D y que empiece la función. De pronto están en un mundo completamente ajeno al suyo. Viven una experiencia como si fuera real, cruzan puentes, están en la conchinchina o hacen el amor Estelle2bajo el agua.

 

¿Por qué 27 paraguas? ¿Por qué 27 y no 30 ó 50? ¿Y por qué paraguas?

Me lo han preguntado muchas veces. Nací un 27 y a mis 27 años me hice autónoma para ser editora freelance, algo con lo que llevaba fantaseando mucho tiempo. Así de absurda es la excusa de ese número. Además me gusta cómo suena. Es sonoro. Me siento identificada con este número. No quería que fuera un número redondo. No me gustan los números redondos.

Paraguas... me fascina ese objeto. Luego casi nunca lo uso, siempre lo olvido en casa o en una cafetería. Pero me fascina. Además de ser bastón, pájaro y algo que te podría hacer volar si fuese de acero y estuvieses en medio de un tornado, es un símbolo de protección; es como llevarte un pedazo de techo de tu casa para cubrirte del cielo. Y esa imagen da mucho juego a mis desvaríos. Es una protección no sólo de la lluvia, sino del sol, del aire y, más allá, de conceptos más abstractos... De hecho en un primer momento pensé en titular el libro "paraguas sin lluvia", que en francés daba aún más juego por su musicalidad: "parapluie sans pluie". Me gusta que los objetos comunes estén situados en lugares donde pierden su función primigenia. Pueden ser muchas otras cosas. El paraguas respondía a mis deseos como objeto fetiche.

 

Percibo en tu libro como dos tipos de poemas muy claros: por un lado, los sentimentales de tipo intimista en los que hablas de la soledad del amor, la añoranza, la melancolía por el amor que ya no está….

Es curioso, muchos me plantean la misma pregunta. Probablemente sea el motor de gran parte de lo que escribo. Como comenté en la presentación de Albacete, creo que no hay peor dolor y mejor placer que el amor. Nunca se verán dos caras de moneda tan claras dentro de un mismo concepto. Yo lo he vivido y de la mano de la misma persona. Por suerte vino la peor parte antes que la mejor. Muchos poemas reflejan esa dicotomía, esa fragilidad, la línea delgada que divide una de otra. Y el miedo a cruzarla, por supuesto.

Me llama la atención la falta de comunicación. Es un gran pulpo que pone sus tentáculos por todos sitios. La imagen del agua (que utilizo a menudo), equivale para mí a la distinta naturaleza. El hecho de que uno respire dentro del agua y otro fuera hace que jamás puedan respirar juntos. A veces parecemos de especies opuestas. Y no me refiero en absoluto al hombre y a la mujer, sino de ser humano a ser humano.

 

Es curioso cómo el amor no sólo está en la persona amada sino en todas las cosas que tenían que ver con ella… objetos, habitaciones, olores y aromas…

Si lo piensas, esos objetos, esos lugares comunes y esos olores son los que más dolor producen cuando la persona ya no está. A diferencia de los recuerdos, que se van confundiendo y transformando en fotografías quietas, fijas, repetitivas, los objetos siguen contigo, y las habitaciones, la cama, la cocina, las ropas, los ruidos, los espejos. Estos siguen siendo palpables, no como los recuerdos. Son dañinos. Me fascina el efecto "magdalena de Proust", cuando al oler o escuchar un sonido determinado, esos recuerdos anquilosados, o incluso olvidados, vuelven completamente renovados, vivos, galopantes e incontrolados. Te abren la puerta en los morros.

 

También cantas a la alegría del amor, quiero decir que no sólo hay poemas que lloran la pérdida sino también el placer de disfrutar y compartir el mismo espacio vital…

Por supuesto. Ahí la otra cara de la moneda. Para mí, a día de hoy, la cara positiva está afortunadamente boca arriba y parece querer permanecer así un tiempo. Es lo más importante en mi vida. Quien diga que es secundario se miente y con ganas. Y en el fondo lo sabe. Suena cursi (y no sé por qué tienen que sonar cursis las verdades como puños), pero el motor de todo es el amor. Si para alguien lo más importante es el trabajo, en el fondo es porque quiere ser valorado, es decir, querido. Y vuelta a lo mismo.

Y es instintivo, como animal social que somos, el tener a alguien al lado. No somos como los osos, por muy gordos y peludos que seamos, sino más bien como los pingüinos. Todos al agua.

 

Otro tipo de poema son aquellos en los que declaras tu amor a la Vida que identificas claramente con lo cotidiano, lo de todos los días…

Es que la vida no son sólo conceptos, ideas. Está en todo. Sobre todo porque cuando tú estás en determinado estado de ánimo, tiñes todo lo que te rodea del color que te inspire ese ánimo. Los objetos, al igual que el paraguas, tienen un lenguaje propio, un significado. Y si colocas un objeto en un lugar que no le corresponde, entonces le prestas una atención renovada. Te termina diciendo algo nuevo.

"Tus ojos buscan ventanas en esta pecera llena de distracciones". Una pecera, un mar de mentira para un pez, tiene un barquito de plástico, un buzo horroroso que suelta burbujas a través de un tubo, conchas de mar 27paraguascompradas, plantas de tela... Pues si trasladamos al ser humano al terreno de una pecera, imagínate lo que esos objetos pueden querer decirte. No es una situación normal, pero los objetos siguen siendo los mismos. Ese cambio intencionado de papel, de rol, hacen del objeto algo muy potente.

"Disculpa la farsa, disculpa el armario repleto de perchas sin ropa, la cama sin sábanas bajo la colcha bien puesta". Un armario repleto de perchas sin ropa, esa escena te tiene que llevar, inevitablemente, a un estado. El lenguaje se vuelve claro. Si digo: ya no estás, la casa está vacía, has dejado hueco... tú mismo te tienes que crear tus propias escenas. Pero si yo te ofrezco la escena, tienes vía libre para sentir ese vacío. O esa es la intención, claro. 

 

¿Por qué está tan presente el circo en este libro? Lo está, pienso yo, no sólo en uno de los primeros poemas sino que utilizas muchas imágenes inspiradas en sus personajes, en el escenario circense…

Qué ojo tienes, no se te escapa una... El mimo que no habla, el payaso que repite siempre el mismo chascarrillo, el equilibrista aburrido, los personajes deformes en los que no reparaban como caso clínico sino como monstruosidad... o las mujeres pintadas como puertas, viejas, cansadas... Aun bajo esa visión romántica del circo de antaño (tipo Charles Chaplin), toda esa trastienda refleja para mí la decadencia de algo que en un principio parece surgir por y para la diversión, en el fondo viene de la mano de gente que, hábil para determinadas cosas, se ven en la encrucijada de moverse en camiones de ciudad en ciudad repitiendo hasta la saciedad las mismas cosas por conseguir dinero. Y lo que más me llama la atención es esa contraposición. Si te sales de bambalinas y vas al espectáculo, todo lo que escucharás son risas y exclamaciones de sorpresa ante el titubeo de un equilibrista o el zarpazo de un león. Pero sobre todo diversión. De nuevo tenemos esa fina línea. Por delante la sonrisa, el presentador lleno de luces, y por detrás los viajes estrechos de camión, las luces del camerino entre el sujetador y las medias, las pinturas y la ropa usada.

Y esta sensación es muy extrapolable a cualquier escena de la vida común. De cara a unos estamos perfectamente, de cara a otros dan ganas de tirarse por la ventana...

 

¿Por qué has elegido la poesía como medio de expresión y no por ejemplo has insistido más en la narrativa?

Por lo que comentaba al principio. No he tirado la toalla con respecto a la narrativa. Ahora, yo no valgo para dar buenas pinceladas (las justas y creíbles) a los protagonistas, para ser coherente con las acciones, para dosificar el argumento y sacarlo en su justo momento, para tener los pies en la tierra... Yo valgo más para relato breve, que es algo mucho más cercano a la poesía. Para mí está justo en medio de los dos géneros.

Como comenté, el lenguaje de un poema me es más sencillo, más visceral. La narrativa hay que construirla con el tiempo, hay que tener presente al lector en todo momento, hay que mantenerse alerta durante meses y meses para no perder el pálpito que la mantendrá viva para el que la lee... Yo no valgo para eso. Soy mucho más impulsiva. El que escribe novela tiene que tener calma, ser paciente, tozudo (en el buen sentido), consecuente. Yo no lo soy. Para mí el poeta tiene que tener los pies en cualquier lado menos en la tierra.

La poesía no tiene que ser bonita (me refiero a estética), de hecho un poema duro, desgarrado, doloroso, incluso escatológico, puede ser mucho más hermoso que una rima al uso, con todas sus florituras. Ese poema, si está bien construido, si tiene un lenguaje palpitando en sus imágenes, te habla directo al pecho. No se trata de buscar la belleza mediante el lenguaje, sino el lenguaje mismo, el idioma en el que se te revela. La comunicación misma.

 

¿Qué sentimientos o sensaciones desearías trasmitir a tus lectores con estos "27 paraguas"?

Los que ellos deseen tener. Que sientan algo, con eso me basta: que sientan algo y no se queden igual que al comienzo de la lectura. Eso es todo. Que vean las imágenes con la libertad que las acompaña, y que logren visualizar, aunque sea un poco, todas esas sensaciones.

Hace unos días una persona me comentó lo mejor que me podían decir: que no pudo parar de leer y que le iba directo al pecho. Que agradeció no tener que volver al comienzo de cada poema porque el lenguaje era tan directo, le hablaba tan claro, que no se sintió interrumpida en ningún momento.

 

Ya vas por la tercera edición del libro, ¿cómo te sientes?

No me lo creo todavía. Pero lo que más me está sorprendiendo es que parece que a la gente le está gustando de verdad. Incluso personas que no me conocen de nada en absoluto y tienen ganas de darme las gracias por e-mail. Eso no tiene precio. Y un día me llaman de la librería Círculo de Bellas Artes para decirme que les lleve más ejemplares, que se están vendiendo todos, y ya me quedo sin palabras. Lo mejor de todo es que lo está comprando gente que desconozco y a la que no conoceré jamás. Es inexplicable la sensación que causa el hecho de que te lea gente desconocida. El día que vea a alguien en el metro enfrascado en 27 paraguas sé que me echaré a llorar. Y ojalá no me acostumbre nunca a esto.

 

Pues muchas gracias Estelle por atenderme. Deseo de corazón que tengas mucha suerte…

Gracias a ti. Ha sido un placer. Un abrazo.

 

ver + Estelle Talavera Baudet

 

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