Anika entre libros

Entrevista a Enrique de Hériz por "Manual de la oscuridad"

"El mensaje principal es la estrictamente capacidad humana de ponerse en el lugar de otro y la relación del individuo con la sociedad"

Firma: Pilar Alonso Márquez / Fotos: autor (en las imágenes Enrique de Hériz y Josep Mª Martínez) / Octubre 2009

 

El rey de la magia, en la C/Princesa de Barcelona me parecía el sitio apropiado para encontrarme con Enrique de Hériz. El local, cargado de historia, está regentado por el maestro Josep Mª Martínez y su mujer, Rosa, y en él se pueden adquirir todo tipo de trucos y materiales. Allí fue también donde el autor realizó un cursillo sobre magia antes de comenzar a escribir Manual de la oscuridad.

 

 

ENTREVISTA

 

¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela? ¿Eres un mago frustrado?

Qué va, soy un pésimo mago aficionado, pero no un mago frustrado. Sentía un interés teórico por la magia y como sabía que algún día escribiría una novela sobre el tema siempre iba preguntando en El rey de la magia si hacían algún curso. Un día me llamaron para informarme de que tenían previsto realizar uno. Como al final sólo fuimos dos participantes, fue un curso intensivo.

 

En los agradecimientos comentas que Josep Mª Martínez, que gestiona El Rey de la Magia de la C/ Princesa fue un buen maestro de magia y tú un mal alumno ¿has aprendido a hacer algo de magia?

Cuatro cosas. Quería aprender un poco para conocer la diferencia que hay entre usar las cartas para, por ejemplo, echar una partida de póker, o usarlas para realizar un truco de magia, quería conocer la sensación, que es muy distinta.

 

¿Qué requisitos debe cumplir un alumno para convertirse en un gran mago? ¿Un mago nace o se hace?

Un mago se puede hacer. Los requisitos los mismos que un novelista: algo de talento, que se supone que es la parte con la que nace, imaginación y sobre todo disciplina, hay que tener capacidad de innovación y dominar quince o veinte disciplinas distintas y en alguna de ellas ser el mejor. Exige una vocación a prueba de todo.

 

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Al inicio de tu novela hablas de la Asociación Mundial de la Magia, que es quien otorga al protagonista Víctor Losa el título de mejor mago del mundo en un Festival. ¿Existen esas asociaciones? ¿Se celebran esos festivales?

Sí existen. De hecho, la asociación de magos de España, con sede en Barcelona, es muy activa, edita un boletín mensual y todos los jueves hacen conferencias de magos profesionales.

La magia, además de todo lo que es, es un negocio, secundario si tú quieres, pero para los que lo practican, relativamente importante. Y para mantener el negocio y que se vendan los artilugios de magia, hay que montar convenciones de magos, concursos, espectáculos… y hay muchísimos, cada semana uno diferente en algún lugar.

 

Hablas de muchos magos famosos en tu novela, casi todos del siglo XIX ¿Quién es según tu opinión el mejor mago de todos los tiempos?

Lo justo y honesto sería decir Maskelyne, porque era muy bueno y fue el primero en aplicar ciencia experimental en la magia, con autómatas y tal. Pero Harry Keller me gusta más, aunque era muy patoso como mago, porque tiene esa faceta fantasma y bravucona tan simpática, y sus memorias, que aparecen en el libro, ilustran muy bien sus viajes por el mundo; era un loco atrevido.

De los actuales me gusta mucho Tamariz. Siempre me sorprende que a pesar de los años que lleva en esto sea capaz de seguir transmitiendo frescura e ilusión y eso me parece admirable. Aunque mi favorito es el sueco Lennart Green, brillante.

 

El truco que inicia la novela, el que le ha valido el título a Víctor Losa es sorprendente. ¿Es real? ¿Lo has visto ejecutar alguna vez?

No, no es real, al menos no exactamente. Yo había hablado con Josep Mª Martínez sobre cuál sería el truco que aún le haría caer de rodillas y decir "no puede ser" y me respondió: "si fuera con cartas, tendría que ser alguien que llegara al extremo de ni siquiera intervenir en el truco, que fuera el público quien, mediante sus órdenes, fuese pasándose la baraja hasta completarlo". "¿Y es imposible?" le pregunté. "Mientras no lo haga nadie, sí", me contestó. Y el día de la presentación del libro en una librería de Barcelona, hizo un truco muy parecido para ilustrar el que yo había descrito en la novela.

 

La magia ¿está desapareciendo?

No está en un momento de gran visibilidad salvo para los magos muy mediáticos como David Copperfield, que llenan pabellones de miles de personas, pero no está en mal momento. La última semana de julio se celebró la Olimpiada de la Magia en Pekín, a la que asistieron más de 4.000 magos de todo el mundo, de ellos más de 320 provenientes de España, concursando en cuatro teatros llenos a rebosar. Y al mismo tiempo se celebraron conferencias y coloquios y en esta ocasión los dos magos más importantes que participaron en ellos fueron el español Juan Tamariz y el sueco Lennart Green, que son como las dos grandes estrellas del mundo de la magia. Vuelve a haber incluso en Barcelona un poco de movimiento en bares y pubs en los que magos realizan trucos en directo.

 

En tu novela hablas de magos del siglo XIX como Maskelyne, Kellar, Davenport… o la comisión Seybert. Pero también aparecen otros temas, como las hormigas y en la segunda parte la ceguera: patología, proceso, rehabilitación, adaptación… ¿fue complicada la tarea de documentarse en ambos casos?

Cuando se habla de documentación hay que distinguir dos documentaciones distintas. La primera es cuando tienes la intuición de que tu novela va a pisar ciertos territorios, aunque aún no sepas muy bien cómo va a ir la historia. En esa etapa el novelista tiene la obligación de documentarse en un abanico lo más amplio posible para decidir la dirección exacta que va llevar la novela, lo que te obliga a leer cientos de libros aunque luego no uses toda la información. Y luego, cuando te pones a escribir, hay temas concretos que necesitas saber, que es un tipo de documentación digamos que más científica: una fecha o un hecho concreto.

En la segunda parte, tuve la enorme suerte de poder trabajar con la ONCE y con una persona en concreto que me ayudó muchísimo, una técnica de rehabilitación y además formadora. Le expliqué lo que quería hacer y, aunque no pudo dedicarme mucho tiempo, me permitió ir a la ONCE a tomar notas. Cuando llevábamos un rato charlando, me puso un antifaz y me dijo: "a trabajar, ponte el antifaz y a la calle". Y cogido de su brazo caminé a oscuras. Lo primero que percibí fue la vertiginosa cantidad de información que recibía en forma de ruidos y olores… que tu cerebro aún no ha aprendido a distinguir y a seleccionar aquellos que te serían necesarios para la supervivencia. En unas pocas sesiones pasé por los procesos básicos que siguen los formadores, que utilizan mucho los antifaces, porque para enseñar a un ciego primero debes saber cómo enfrentarte a ello.

 

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Lauren Bacall en la película Tener y no tener es un icono alrededor del que giran muchos pensamientos del protagonista. ¿Qué hay de ti en esta novela?

Lauren Bacall me ha fascinado desde la adolescencia y ella es el único préstamo consciente que le he hecho a alguno de mis protagonistas en mis cuatro novelas. En este caso me parecía especialmente adecuada, porque ella es la luz en contraposición a la segunda parte de la obra, que es la oscuridad.

 

En la primera parte hablas de magos famosos. En la segunda de ciegos famosos. Son elementos enriquecedores. ¿Por qué has optado por introducirlos en tu novela?

Mario Galván está formando a Víctor Losa y para ello le hace entrega de maleta de leyendas, una inventada y las otras no, para que, si quiere ser el mejor mago del mundo, tenga algo contra lo que medirse. Una vez que decidí hacer eso, meterme en la historia de los magos antiguos fue lo más interesante y lo más difícil de escribir, sobre todo por una cuestión de medida, porque hay tantas cosas interesantes en la historia de la magia que habría sido muy difícil poner límites. Decidí concentrarme en Londres en el siglo XIX y en unos temas concretos.

Para mí era importante añadir los mismos elementos en la segunda parte, tenía que permitirle una mínima esperanza a su ceguera y la única forma de darle una especie de futuro simbólico era a través de la imaginación de ella y de esos personajes famosos que también se quedaron ciegos.

 

La novela tiene dos partes muy diferenciadas, tanto que parecen dos novelas distintas y el paso de una a otra es brutal. ¿Por qué elegiste esa opción? ¿Tenías claro que iba a ser así desde el inicio?

La idea preconcebida era muy distinta y a medida que la iba escribiendo la estructura fue cambiando hasta adoptar la forma que tiene ahora, con una parte que era la luz, la primera, y otra que representaba la oscuridad, la segunda.

 

¿Qué parte te ha costado más escribir?

La primera en cuanto a tiempo y esfuerzo físico, porque había mucho material y el tono era más altisonante. El esfuerzo de la segunda parte era ponerme freno, contenerme.

 

Víctor Losa, pese a las vicisitudes a las que se ve sometido, logra triunfar en las dos partes de la novela. ¿Es ese el mensaje, caso de haberlo?

Creo que el mensaje principal es la estrictamente capacidad humana de ponerse en el lugar de otro y la relación del individuo con la sociedad. Víctor Losa es capaz de sobrevivir sólo en la medida en que es capaz de ser otro, no el Víctor Losa que es un mago famoso sino el Víctor Losa que se ha quedado ciego.

 

¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?

Por primera vez en mi vida no estoy escribiendo nada. Sé que lo que haga será muy distinto a esto, tal vez ni siquiera sea una novela. No sé, tengo varios proyectos en mente pero aún nada concreto.

 

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