Anika entre libros

Entrevista a Casimiro García por "El humor en la Biblia"

"La verdad es que hace falta mucha imaginación para descubrir tipos simpáticos en el relato bíblico"

Firma: Joseph B Macgregor / Fotos: autor / Abril 2008

 

"El humor en la Biblia" es un ensayo, más festivo que erudito, fruto del análisis que Casimiro García realiza, desde la perspectiva del humor, sobre los libros que integran el Antiguo Testamento: del Génesis a los Libros proféticos inclusive.

En su opinión, a medida que se leen los textos minuciosamente tal y como fueron redactados en su día, surgen personajes, acciones, situaciones o expresiones proclives al comentario jocoso.

 

 

ENTREVISTA

 

¿Cómo surge la idea de escribir este libro?

Se trata de un tema que no ha recibido la suficiente atención. Sin embargo, no hubiera osado escribir un libro de tales características de no sentirme respaldado por S.S. Benedicto XVI, quien, siendo Prefecto de la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe, quehacer en el que no alcanzaría, precisamente, fama de descarriado, dijo en un libro-entrevista ―"La sal de la tierra", del periodista alemán Peter Seewald―, que Dios posee un agudo sentido del humor, humor que forma parte esencial del gozo de la Creación; palabras que suponen el espaldarazo eclesiástico a la denostada figura del humor, la cenicienta de los géneros literarios.

 

Aparte de leerte el Antiguo Testamento de cabo a rabo, ¿te has documentado de algún otro modo? ¿A qué otras fuentes has acudido?

He querido evitar el exceso de erudición, porque demasiada bibliografía, como sucede con los árboles, no te deja ver el bosque. Utilicé la BIBLIA DE JERUSALÉN, de la editorial bilbaína Desclèe de Brouwerd, S.A., la versión bíblica que más se prestaba al fin propuesto, sin perjuicio de acudir a otras versiones del libro más famoso de todos los tiempos para aclarar algún pasaje concreto.

También he manejado "El folklore en el Antiguo Testamento", del arqueólogo inglés sir J. G. Frazer; una obra agotadora -cerca de 700 páginas-, pero indispensable para el estudioso de la Biblia, aunque en ella el humor brille por su ausencia, sin olvidar el librito "Figuras bíblicas", de Ediciones Rioduero, el who is who? de los personajes bíblicos.

También, y cierro el inventario, el estudio Cosmos, Bios, Theos (Illinois, 1997), que contiene las opiniones de sesenta científicos -astrónomos, matemáticos, físicos, químicos y biólogos-, muchos galardonados con el premio Nobel, sobre la existencia de Dios, el origen del Universo, de la vida y del ser humano, y de los conflictos existentes entre la religión y la ciencia.

 

De lo personajes analizados humorísticamente, ¿cuál/es es/son los que te parecen más divertidos y por qué?

Encabezando la lista, el patriarca Jacob, a quien considero, por méritos propios, como el primer playboy de que se tiene noticia escrita. Un personaje tan seductor con las mujeres, como ingenioso en sus relaciones familiares o económicas -ahí está, para deleite del lector, la ocurrencia de dividir un regalo en porciones, como el queso, a fin de apaciguar a su enfurecido hermano Esaú-.

No le va a la zaga el autor del Eclesiástico: Jesús Ben Sirá. Sus consejos sobre cómo comportarse en los banquetes, en la vida social, en los duelos, en la conversación, frente a los poderosos, etc., no tienen desperdicio. No menos que sus prevenciones contra la mujer, los consejos ajenos, los préstamos, etc. Un finísimo humorista; a lo bíblico, claro.

 

¿Cuál/es más antipáticos o menos divertidos?

También por méritos propios, Josué. El belicoso efraimita se dedicó a degollar full time, y no creo acertara a divertirse con alguno de los chistes que debieron circular en la época acerca, por ejemplo, de la castidad de José, el hijo del mujeriego Jacob. Que seguro circularon.

Antipáticos antipáticos, al menos insulsos, debieron ser el calzonazos de Adán, el tontorrón de Abel, el inefable Putifar -no así su señora, a quien iba la marcha-, el zurdo juez Ehúd, tan diestro con la faca, prácticamente todos los profetas (salvo Jonás, un pícaro de cuidado), el poco agraciado Tobías, la familia macabea casi al completo, etc. La verdad es que hace falta mucha imaginación para descubrir tipos simpáticos en el relato bíblico.

 

¿A cuál/es te resultó más difícil buscarle el lado divertido?

Valga lo dicho en la respuesta anterior. Pero, por no dejarla en blanco, destacaría al rey Asuero, muy en su papel, a su irascible valido Amán, a Sansón, un pretencioso espadachín siempre de gresca, a la jueza Débora y al melindroso Barac, y a tantos otros que harían la lista interminable.

Por respeto prefiero no incluir al dios hebreo Yahvé en lista alguna, aunque sus veleidades y salidas de tono justifiquen un capítulo aparte.

 

Desde mi punto de vista, lo que hace surgir la risa es la gravedad con que los diferentes autores originales de los libros sagrados exponen estas anécdotas imposibles, surrealistas o absurdas: que todo va en serio, no en broma.

Tampoco es cuestión de reducir la historia sagrada, con la tremenda carga religiosa e histórica que conlleva, a un anecdotario de lo absurdo. Cierto que no se debe creer a pie juntillas cuanto dice la Biblia; pero tampoco, ante la falta de confirmación arqueológica o científica, desecharlo por inverosímil. Nunca se sabrá a ciencia cierta la proporción en que realidad y fantasía coexisten en el libro santo.

Para los creyentes en coma religioso profundo, el relato sagrado ha de asumirse sin quitar una sola coma. Para los escépticos, en cambio, todo es pura invención.

Reprochar a los cronistas hebreos que cumplieran su cometido de una forma tan circunspecta, supone desconocer la mentalidad de nuestros ancestros, tributarios de mitos y leyendas y forofos de lo absurdo. El ser humano precisa de la fantasía tanto como del aire. Creer en la superfuerza de un Sansón, en la enciclopédica sabiduría del rey sabio, en la vida ultraterrena, o, simplemente, abandonarse a la quimera o al surrealismo, mantienen la esperanza y, con ella, las ganas de vivir. Que se lo pregunten, si no, a los millones de encandilados con las aventuras de Harry Potter.

 

Entre las muchas características dignas de reseñar por ser evidente, es la reiteración, el que suelen contar las cosas más de una vez... y de dos; vamos que son un poco pesadillos los autores... ¿A qué crees que se debe ese afán de repetirlo todo tantas veces?

La reposición de relatos pudo tener una motivación económica: que los escribas cobrasen un tanto por folio... o por papiro, el material disponible en la época. En el caso concreto del episodio del pozo majorita, donde la gentil Rebeca -vaca, en hebreo- remató nominada por triplicado para esposa de Isaac-, quizá obedeciera a un lapsus del cronista, que bien olvidó dónde había dejado los papeles, o estaba empecinado en que la Humanidad conociera a toda costa la romántica historia de la madre de Jacob.

Bromas aparte, la reiteración bíblica de los temas fundamentales, se explica por el designio divino de incrustar en el pueblo elegido, a machamartillo, los principios rectores de la moralidad hebrea. Los mandamientos, con sangre entran.

 

La mayor parte de los libros comentados están repletos de exageraciones: las edades que llegaban a tener los personajes, el número de soldados de un ejército, de días y de noches, de familiares... ¿Existe alguna razón que explique en realidad esa afición por los números altos?

No sólo los andaluces tendemos a exagerar. Acaso por aquello de que ya vendrá el tío Paco con la rebaja. El medio millón de muertos que, según la Biblia, ocasionó la batalla de Semaraín, es un ejemplo más de la tendencia que apuntas.

En cuanto a la edad alcanzada por los patriarcas, el relato olvida que fue el propio Yahvé quien fijó un límite razonable a la vida humana, límite que, por cierto, todos suscribimos a la presente: "No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre -dijo-, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años" (Gn 6.3).

 

Cuando analizas libros de legislación, como por ejemplo el Levítico, lo primero que se ve es que la mujer suele salir perdiendo...

La legislación hebrea está contenida, principalmente -prescindiendo de las recidivas que surgen por doquier-, en el Éxodo (capítulos 21 a 23, 24, 31 y 34) y en el Deuteronomio (5, 12, 13, 17, 18, 20 a 25). El Levítico sólo contempla, se podría decir, unas normas reglamentarias, interpretativas y de colaboración ciudadana para el sustento de la clase elhumorenlabiblia-portadasacerdotal.

Aclarado el extremo, efectivamente, en cuanto la mujer asoma las narices en la Biblia, la ponen a parir (lógico, por otra parte). Aunque no se trata de un latiguillo exclusivo de la Sagrada Escritura: la mayoría de las antiguas legislaciones, por sistema, la emprendieron con el sexo femenino. Y muchas de las actuales -en particular las islámicas- lo siguen haciendo.

La inquina machista posiblemente derivara de la faena con la que, la sin par Eva, madre del género, obsequió a la Humanidad. Nos dejó sin Paraíso, sin vivienda no hipotecada, teniendo que trabajar, agobiados con el tema del desempleo...

En línea con lo dicho, no debiera extrañar que el Levítico (Lv 27.2 a 7) materializase pecuniariamente el menosprecio bíblico hacia el sexo débil: el valor de mercado de la mujer venía a ser algo más de la mitad del reconocido al varón.

 

También que por cualquier causa se lapida o apedrea a una persona y lo más grave a los animales de su propiedad.

Ahora pregunto yo: lo de los animales, pase, ¿pero qué me dices de la tienda del infeliz Acán, apedreada a la par que el saqueador, sus hijos, sus hijas, su toro, su asno y su oveja? ¿Qué se gana con lapidar unos trozos de lona embreada? El extremismo religioso es irracional.

 

El Antiguo Testamento está lleno de situaciones surrealistas; destaco como especialmente divertidas la cantidad de veces que sube Moisés al Sinaí por orden de Yahvé... o el argumento del libro de Ester.

Cierto que las sucesivas escaladas y descensos del Sinaí por parte del complaciente Moisés, provocan hilaridad; si no estentórea, al menos comedida. "Si lo sé no vengo", debió decirse el forzado montañero en más de una ocasión. Aunque más jugosas debieron ser las reuniones mantenidas en lo alto por el profeta y el dios de los hebreos. El Decálogo, ¿fue impuesto por Yahvé por sí y ante sí, sin admitir discusión alguna? ¿O fue consensuado con Moisés, un profundo conocedor del alma hebrea, que es lo democrático? Sería interesante saber cuál de ellos propuso -o impuso- cada uno de los veinte rancios mandamientos -rituales y morales- que integran la ley de Dios. Esculpir en granito lleva su tiempo; pero cuarenta días con sus noches dan ocasión para que dos venerables ancianos, desvelados por razón de la edad, se enrollen a base de bien discutiendo hasta sobre el sexo de los ángeles.

El libro de Ester, prescindiendo de que propicie o no el comentario burlón, fue el primero en referir cómo una mujer, la reina Vasti, esposa del rey Asuero, se rebeló contra la autoridad marital, al negarse a entretener a los amigos borrachos de su regio consorte. Por supuesto que la negativa le costó el cargo.

 

El personaje principal tanto de la Biblia como de tu libro es Yahvé, que es presentado además, a lo largo de la Biblia, como un sujeto caprichoso, egocéntrico, pedante, de carácter muy variable además, y con una enorme capacidad para ir montando líos constantemente. ¿A qué crees que se debe esa visión tan diferente o contradictoria de Dios a lo largo de los diferentes libros de la Biblia?

Yahvé, el dios de los hebreos, tuvo que comportarse en la Biblia tal como ésta lo cuenta; y te has quedado corto en adjetivos. Como un dios falto de entrenamiento, en rodaje, humanoide, de segunda división. Un dios concreto, en definitiva. Los israelitas, en fase primaria de desarrollo, ni entendían de abstracciones, ni estaban preparados para venerar a un dios inmaterial. Mucho menos a enfrentarse con misterios tipo Santísima Trinidad. Precisaban de un dios con barba y bigote, que pelease a su lado, codo con codo, para conquistar la tierra prometida, que participara del botín como un depredador más, que perdiese los estribos cada dos por tres, como hacían ellos, que fuese cruel, vengativo, rencoroso, como ellos también lo eran.

Los cronistas bíblicos "crearon" un dios adaptado al talante radical del Israel primitivo: un pueblo que luchaba ferozmente por encontrar dónde asentarse. Como en todos los libros-crónica, la Biblia no se debe sacar del contexto histórico en que fue escrita.

 

A veces señalas que hay libros a los cuales es casi imposible encontrarles la gracia... ¿Cuál piensas que es el menos afortunado en ese sentido, el menos gracioso?

El libro de Josué, sin duda. El buen señor se pasó la vida guerreando, y ni tiempo tuvo de recitar una de esas interminables salmodias, obligadas en la Biblia. También, no podía ser de otra forma, los Libros proféticos, donde hay que hacer virguerías para alumbrar algo de humor.

 

La parte final del libro está dedicada a Los libros críticos, unos textos (falsamente) apócrifos, compuestos por un tal Casián (alter-ego tuyo, supongo), en los que el presunto escriba hebreo se dedica a desmitificar, casi siempre en verso al clásico estilo "Don Mendo", personajes (Abraham, Isaac, Moisés, Job, etc.), o situaciones (el diluvio universal) citadas en los libros originales del Antiguo Testamento. ¿Por qué motivo decidiste incluir esta última parte como colofón al libro?

Yo también me lo pregunto. Bueno, el profeta Moisés, al que admiro, no es aludido en los Libros críticos, ni para bien ni para mal. Fuése Moisés real o imaginario, le considero un personaje alérgico a la crítica.

Aclarado el extremo, el repaso que en dichos libros se propina a alguno de los "colegas" del susodicho, tiene un mucho de interpretativo y, en ocasiones, una pizca de benévolo sarcasmo. Por cierto, no excluyo que algún lector, de esos que no han vuelto a encararse con la Biblia desde primaria, tenga por auténticos los libros de referencia. La candidez humana no tiene límites.

Pero contestemos la pregunta. Un siquiatra diría que los Libros críticos son la reacción del subconsciente de un escritor obligado a plegarse a un guión tremendo: el libreto bíblico. Leer en la modernidad, sin tomarse un respiro, las tres mil páginas del Antiguo Testamento, traumatiza a cualquier sique equilibrada.

Aparte de apuntillar a Sansón, desagraviar a Josué y humanizar a Salomón, la licencia, en ocasiones poética, que en el contexto de "El humor en la Biblia" suponen los Libros críticos, obedece, claro es, al afán humano por dar la nota o llamar la atención.

 

¿Crees que este libro puede ofender a molestar a alguien? ¿A los creyentes por ejemplo?

No ha sido la intención. Otra cosa es que algún fundamentalista fanático le busque los tres pies al gato.

 

Cuáles son las conclusiones más destacables que sacaste tras la lectura exhaustiva de la Biblia? No sólo en el terreno humorístico, sino en general. ¿Qué opinión te merece como libro?

Hay que distinguir entre la forma y el fondo. En la forma, la Biblia es -prescindiendo del lenguaje, que también tiene lo suyo-, un desastre. Además de la constante reiteración de las "batallitas" del pueblo hebreo -la huída de Egipto, la conquista de la tierra prometida, etc.-, el rigor expositivo brilla por su ausencia: los conceptos, aspectos y preceptos se entremezclan, confunden y atropellan a troche y moche, en una despreocupada anarquía que, además de dañar la vista, distrae la atención del lector.

En cambio, el fondo bíblico impresiona hasta al menos impresionable. Por no incurrir en la reiteración de que adolece el relato sagrado, me remito a la pregunta que presiento vas a formular a continuación.

 

¿Cuál piensas que son las cosas más importantes -si es que hay alguna- que se pueden aprender de su lectura?

La historia de Israel, según el Antiguo Testamento no es, precisamente, la de un divertido fin de semana. Las calamidades se dan cita en el relato en una proporción que espanta. Y es una lástima, porque el mensaje bíblico es sublime... si se le aligera de tanta calamidad. También aquí los árboles no dejan ver el bosque. Y el bosque bíblico es esperanzador. Por los ejemplos de fe que pregona -hermosas las palabras que la Biblia pone en boca de la no menos hermosa Judit-, porque enaltece el espíritu frente a la materia y el consumismo desenfrenado, por abrir caminos al pensamiento creador, por la sabiduría que encierran sus proverbios y sentencias...

Todos los caminos, como sucedía con Roma, conducen a Dios. A Él se llega vía sufrimiento -ahí está la historia del pueblo hebreo, corroborándolo siglo tras siglo, sin que se le vea fin-, como también por la risa y la alegría. Algo de esto último es lo pretendido con el libro que nos ocupa.

 

Después de leer tu libro, me da la impresión de que una de las mejores formas de disfrutar de la lectura de la Biblia, es leyéndola como un libro de ficción ¿Qué tanto por ciento de veracidad/ historicidad y cuánto de fantasía tiene la Biblia en tu opinión?

¿Disfrutar leyendo la Biblia, dices? Si lo haces a pelo, eres un sádico. Te remito a los consejos que doy en las páginas 15 y 16 del libro.

Respecto del porcentaje de credulidad atribuible a la Biblia, los arqueólogos tienen la palabra. Hasta la fecha, que se sepa, no han encontrado vestigios que verifiquen científicamente la existencia real de los personajes bíblicos, de sus correrías, de las construcciones que se les atribuyen, etc. Volvemos a lo mismo. Sin fe, la Biblia es pura fantasía, un cuento más... largo incluso de lo que está resultando esta entrevista. Revestidos de la fe, todo es creíble... una vez atemperada la fantasía de que hicieron alarde sus autores, que es lo que mi libro ha intentado.

  

¿Puede ser considerado entonces un libro más simbólico que real?

Si buscas símbolos, a toneladas. Si realidad con fe, a raudales. Pero si te enfrentas a la Biblia en plan escéptico, símbolos y realidad se equilibran y sólo queda un vacío inmenso.

 

¿Crees que en todos los temas podemos encontrar el punto divertido o para ti hay cosas que son intocables?

Si se tratara del Nuevo Testamento, te diría que, de diversión, nada. En el Antiguo Testamento, por su parte, considero intocable todo lo que refleje sufrimiento. No es honesto divertirse a costa del dolor ajeno. Acaso haya incurrido en ello impensadamente. Desde aquí pido disculpas.

 

Pues esto es todo, Casimiro. Si quisieras añadir algo más...

Que me ha encantado la entrevista, tan rigurosa como perspicaz. Aunque temo que mis respuestas no hayan estado a la altura de tus preguntas. Se nota que has leído el libro en profundidad, buscando, no lo anecdótico, sino un mensaje trascendente oculto en sus páginas; lo que, por supuesto, es mucho buscar. Tanto, tanto, como ese pretendido Código secreto que algunos expertos en lenguas semíticas e informática creen oculto en el Pentateuco; código que, de forma profética, permitiría conocer el futuro de la Humanidad.

 

ver + Casimiro García

 

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