Anika entre libros

Entrevista a Carlos Atanes por "La cobra en la cesta de mimbre"

"Las causas que te llevan a tener una idea u otra son siempre oscuras y secretas."

Firma: Anika Lillo / Fotos cedidas por el autor / Octubre 2004

 

En Anika Cine Magazine ya le entrevistamos por su faceta de director, pero Carlos Atanes es como una estrella con muchas puntas, y entre otras cosas escribe. En esta ocasión vamos a hablar de una obra de teatro llamada "La cobra en la cesta de mimbre", libro que me leí en su lengua original -catalán- y que -déjadme ser vulgar- me dejó medio alucinada y "a cuadros". Es por eso mi interés en entrevistarle. Esta obra ha sido llevada al teatro, de modo que a lo largo de la entrevista podréis ver imágenes de algunas de sus escenas.

Entre otras cosas llama la atención la aparente no-relación entre el título y la obra. El argumento nos lleva a pensar en humanos raptados por extraterrestres, pero nada es lo que parece, o nada nos quiere dar masticadito su autor. Hay sitio para la imaginación, para el sueño, para la filosofía, incluso para la alucinación.

"La cobra en la cesta de mimbre" es, además, una obra donde los actores tienen una gran oportunidad para lucirse. Sobra decir que, siendo teatro, se lee en un ratito y es amena.

 

 

ENTREVISTA

 

En primer lugar, ¿dónde está la misteriosa relación entre el título de "La cobra en la cesta de mimbre" con la historia de Juli y Maria?

Metiendo la mano en una cesta de mimbre, te puedes llevar un buen susto si hay una cobra dentro. Los dos personajes de la obra están encerrados en un habitáculo estanco, continuamente observados desde el exterior por seres invisibles. Juli, el hombre, lleva más tiempo ahí, y ha elaborado una teoría al respecto: son los especímenes humanos de una gran colección zoológica extraterrestre. Aplicando los principios de la Relatividad de Einstein, deduce que deben hallarse a miles de años luz de la Tierra, y que son los últimos ejemplares atanes-cobra1de la especie. Son, por lo tanto, la Humanidad al completo, como al principio lo fueron Adán y Eva. Por un lado, según él, su condición se reduce a la de simples monos enjaulados. Están absolutamente sometidos a los designios de sus vigilantes, y deben hacer cabriolas para que les tiren plátanos. Pero por otro lado también es consciente de la potencialidad que reúnen por el simple hecho de ser un hombre y una mujer. Sólo bastan ellos para generar una nueva Humanidad, con todo lo que ello comporta. La unión de esta pareja de infelices podría acarrear un terremoto cósmico. No aparentan suponer peligro alguno para nadie, pero son el más grande en potencia. Lo que en apariencia es muy inofensivo, como una cesta de mimbre, puede resultar tremendamente peligroso según lo que contenga en su interior. Ahí se encuentra la relación con el título.

 

¿Te gustan los juegos de palabras o sorprender?

Sí, desde luego. Casi tanto como que me sorprendan. Me entusiasman los trucos de magia, los acertijos, las paradojas y los enigmas. Disfruto escuchando a gente que conoce y sabe utilizar el lenguaje. Esos que a veces pasan por pedantes por el sólo hecho de saber hablar. He pasado muchas horas contemplando los grabados de Escher, las cárceles de Piranesi, y releyendo párrafos de Carroll y Borges. Si algún día lograse acercarme tan sólo a la altura de los ácaros que correteaban por las camisas de los autores que he citado, me daría con un canto en los dientes.

Ahora bien, también tengo que decir que no me siento nada atraído por los «finales sorpresa». Prefiero ser sorprendido de principio a final que no tener que aguantar algo que en definitiva sea una excusa para un final inesperado. Por eso no acostumbro a leer novelas de Agatha Christie, ni a ver cortometrajes con vocación de cortometraje.

 

La obra de teatro se puede entender como ciencia-ficción, un sueño, una alucinación… ¿por qué esa ambigüedad?

El único medio de expresión del que no espero ambigüedad alguna es la pornografía -y esto hasta cierto punto-. En todos los demás lo considero un valor a reivindicar. Una obra es rica en función de su riqueza de significados. Yo no escribo panfletos, y cedo al lector, o al espectador, un espacio de libertad en el que pueda decidir. Esto no significa que pretenda ser acrítico, neutral, o apolítico. Realmente pienso que todo lo que hago, y esta obra no es una excepción, contiene una buena carga ideológica, que no siempre es evidente, pero que puede incluso llegar a molestar a quien no la comparta -como en efecto ocurre a menudo-. Pero me siento muy cercano a Poncio Pilatos en su relativización de la verdad. Yo mismo reviso a menudo mis propias convicciones.

En la obra intervienen dos personajes con maneras muy diferentes de entender el mundo, y cada cual expresa la suya. Si desde mi posición privilegiada de autor impusiese una sobre la otra, estaría empobreciendo a los personajes y también la obra, y me estaría traicionando a mí mismo. El lector -o el espectador teatral- de La Cobra no recibe más información de lo que está pasando que la suministrada por los personajes. Esta información es casi siempre contradictoria. Obligando al lector a tomar partido por una o por otra según su criterio estoy empujándole también a tomar un cierto partido ideológico. No se trata tan sólo de saber qué harías tú en una situación como ésta, sino qué pensarías. En este sentido, La Cobra funciona un poco como un espejo.

 

Jose María Nunes te ha prologado y comenta como curiosidad el nombre masculino, Juli… la verdad es que no deja de ser curioso ¿en qué te basas para elegir los nombres?

Originalmente escribí La cobra en la cesta de mimbre en castellano. Así que originalmente los nombres son Julio y María. Juli y Maria son sus correspondientes catalanes. No creo que Juli tenga nada de especial, por lo menos en Cataluña. Quizás en alguna isla de la Micronesia tenga un significado ominoso. La verdad es que intenté dar con nombres muy cotidianos, que no llamaran especialmente la atención, que no delataran época, moda, ni extracción social. Julio y María pueden ser nombres de estibador, de ministro, de maestro de escuela o de monja. No hay mucho más que añadir. Aunque puedo rebuscar un poco más en mi atanes-cobra2inconsciente y sacar alguna anécdota del sombrero de copa: por ejemplo, veo ciertas reminiscencias vernianas en las aptitudes imaginativas de Julio; y la frase María, qué nombre tan bonito, es exactamente la misma que aparece en una película mía de 1991, así que se trata de un auto-homenaje. Pero no creo que esto le interese a nadie.

 

Confiésanos ¿la obra cuenta un sueño tuyo, una obsesión, una paranoia…?

Los sueños no se pueden contar porque aburren a todo el mundo. Las paranoias es mejor dejárselas a los psiquiatras, que se lo pasan pipa con ellas. Una obsesión sí que será, porque algo de obsesivo tiene esto de escribir. Las causas que te llevan a tener una idea u otra son siempre oscuras y secretas. La idea básica de La cobra en la cesta de mimbre aterrizó en el cerebro de un servidor por sopresa y de golpe, como casi siempre. Unas veces crees que la idea da para tirar del hilo y otras veces no. En esta ocasión creí que sí y me puse a escribir. Además, era muy fácil de representar sobre el escenario, lo que aumenta las posibilidades de su difusión, y por consiguiente también animaba a invertir algunas energías en su redacción. 

Tardo mucho en sentarme a escribir algo, pero si lo hago escribo muy rápido, del tirón. Conecto mi córtex a los archivos akáshicos, o vete a saber a qué, y cae todo de golpe. Es como abrir un armario trastero. Siempre que la idea original me resulte estimulante, claro, como esta vez.

 

¿Por qué nunca nos muestras a los que están al otro lado y nos dejas con las ganas?

Pues porque ya se trate de marcianos un millón de veces más inteligentes que nosotros, como dice Julio, o de perversos plutócratas libidinosos, como dice María, el Poder es siempre invisible. No tiene forma, ni sabor, ni huele, ni siente ni padece. Y lo que mantiene encerrados a Julio y a María en su celda particular es el Poder, con mayúsculas, un Poder ajeno, alienador, incomprensible. No importa mucho quién lo ostente en ese preciso momento: seguro que va a estar corrompido por él. No hay nada más ridículo que la escena de una reunión de señores poderosos sentados alrededor de una mesa, decidiendo el futuro del mundo. Hay quien dice que esto existe realmente, y que un puñado de tipejos mueven los hilos de la Historia. Aunque no sea tan así, concilios similares se han dado en diferentes ocasiones en el pasado y seguirán dándose en el futuro.

Si el destino del mundo es incontrolable, siempre habrá alguien dispuesto a, por lo menos, intentarlo. Esto seguro. Las decisiones las toman gente poderosa. Pero ellos no son el Poder. Estos malvados de película de James Bond también tienen hijos díscolos, toman pastillas contra la acidez, se olvidan la agenda en el taxi, se levantan a media reunión para ir a mear y reciben llamadas intempestivas de su amante cuando están intentando decidir el futuro de la Humanidad. Son seres humanos como tú y como yo, aunque en versión megalomaníaca. El Poder es terrible en cuanto que no tiene cara, que no sabes de dónde previene: sólo notas sus efectos cuando te aplasta el pecho, como el íncubo en el cuadro de Goya. El sueño de la razón produce monstruos.

 

La obra ha sido representada, cuéntanos...

Sí, por dos compañías distintas: por Peplvm, con dirección de Manuel Solàs y Germán Tormo, e interpretada por Marta Timón y Angel Galán, y por Tealtre, con dirección de Sílvia Sanfeliu, e interpretada por Oriol Aubets «Turbito» y Sandra Moncusí. La cobra en la cesta de mimbre vivió una corta trayectoria por salas de Barcelona y L´Hospitalet de Llobregat, pero fuera de lo que se considera «circuito comercial». Una lástima, porque las dos versiones, aunque muy diferentes en su tono y en su planteamiento, estaban muy bien, y seguro que hubieran tenido una buena acogida por parte del gran público, como de hecho tuvieron por parte de los pocos afortunados que pudieron verlas. Pero entrar en el circuito comercial de teatros es tan difícil como sacarte los calcetines con los zapatos puestos. No me preguntes por qué, sería muy largo de explicar. Así que de momento, sólo se puede acceder a La cobra en la cesta de mimbre a través de su versión impresa, lo que no es poco, dado los tiempos que corren.

 

El libro está publicado en catalán y se vende por internet ¿no habrá versión en castellano?

No, si nadie la publica. Está -junto a otra obra mía, inédita- sobre la mesa de algún editor de textos teatrales. Quizá algún día se despierte azotado por la necesidad de mandarla a la imprenta. Pero no me hago muchas ilusiones. Mucha atanes-cobra4gente escribe teatro, muy poca lo publica y mucha menos gente aún lo lee. No obstante, su versión castellana está a disposición de cualquier compañía que quiera representarlo, si así me lo hace saber.

 

Éste no es tu único escrito ¿son los demás del estilo o es una rareza en tu obra?

Pues yo qué sé. Que juzgue el lector. En internet hay algún cuento y muchos artículos míos colgados de diferentes páginas web. Pueden compararse unos con otros, a ver qué tienen en común. Hay siempre, desde luego, una cierta inclinación hacia el humor negro, lo fantástico, lo heterodoxo. Unas ciertas ganas de llevar la contraria, de establecer relaciones entre cosas aparentemente inconexas. Quizás de sorprender, como decías tú antes.

Tengo otra obra teatral, un par de novelas y un ensayo escrito a medias con Marta Timón que esperan su oportunidad para ver la luz a través de una editorial, o del escenario. Pero mis esfuerzos en este sentido han resultado poco fructíferos hasta el momento, con la única excepción de La Cobra, gracias a Enric Cervera, el editor de la colección Teatre-Entreacte. Hasta ahora es el único que ha valorado mi obra escrita lo suficiente como para convertirla en libro -aprovecho para mandarle un abrazo-.

Del resto de mis escritos inéditos no puedo hablar aquí, porque sería como hablar de un fantasma. Lo que hago para contrarrestar este déficit de papel impreso, y dar visibilidad a los frutos de mi actividad compulsiva, aparte de dirigir películas, es escribir para internet, y esta escritura está al alcance de todo el mundo. Así que juzgue el público su calidad y su interés.

 

Además de escribir eres director de cine… y al hilo de esto… Marta Timón aparece en tus trabajos en varias ocasiones ¿qué es Marta Timón para Carlos Atanes?

Mi cerebro puede recibir muchas iluminaciones del más allá, pero las ideas no sirven para nada si no se materializan. El cine y el teatro, como actividades colectivas que son, hacen que acabes rodeándote de personas de confianza que colaboran contigo, te animan y te critican hasta que su cercanía se te hace imprescindible, tanto en el terreno profesional como en el personal.

Marta, cuya relación de virtudes y habilidades está lejos de poder ser enumerada en una lista, es una de esas personas imprescindibles. Pero si repasas con atención los títulos de crédito de las cosas que hemos hecho en los últimos doce años, descubrirás que los nombres de Manuel Solàs, Xavier Tort, David García, Antonio Vladimir o Eva Carbó -entre otros- también aparecen con una frecuencia sospechosa.

Al final, se trata de un reducido grupo de gente afín en la que se puede confiar. Me nutro de la creatividad y del criterio de todos ellos como un vampiro psíquico, y aunque soy torpe en la expresión de mis sentimientos, estoy seguro de que saben que el amor y la gratitud que les profeso trasciende las fronteras del espacio y del tiempo.

 

Carlos, muchas gracias por tan amena lectura y por la entrevista.

Gracias a ti por dar voz a este paria.

 

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