Anika entre libros

Entrevista a Ana Cabrera Vivanco por "Las horas del alma"

"Se habla poco de la tragedia del mar en Cuba. El que emigra no lo hace por hambre, sino por desesperación o desesperanza, por la necesidad de libertad"

Firma y fotos: Manel Haro / Foto cabecera: Díaz Solano / Abril 2009

 

Ana Cabrera Vivanco espera en uno de los sillones del salón principal del Hotel Hesperia Presidente, en Barcelona. Antes de empezar la entrevista, pide unos minutos de pausa para tomar el aire. Cuando sube, ya recuperada de tantas horas de promoción, me dice que para ella es más fácil hablar del castrismo que de su novela. Hablar sobre Las horas del alma parece suponer un ejercicio de profunda interiorización.

Ana Cabrera Vivanco se declara desterrada de Cuba y se siente con una relativa comodidad de poder hablar con libertad de lo que ella y su familia han vivido en la isla. Todo ese caudal interior lo ha reflejado en Las horas del alma, novela de sagas familiares, que nos recuerda a las obras más relevantes de Hispanoamérica, como Cien años de soledad o La casa de los espíritus.

 

 

ENTREVISTA

 

¿Cuándo surge la idea de escribir esta novela?

Yo estaba trabajando en una colección de libros sobre las mejores poetisas hispanoamericanas. Cuando acabé la biografía de Dulce María Vivanco1Loynaz, ya estaba con esta novela. Tenías unas vivencias existenciales que me estaban golpeando muchísimo, piensa que dejé el periodismo porque la censura no me permitía escribir lo que realmente quería. Entonces empezó a gestarse este proyecto, que para mí era muy ambicioso, por lo que me centré en él. Me documenté y empecé a escribir.

 

¿Esta saga familiar que hay en Las horas del alma es, en parte, la suya?

Sí, algunos personajes ya estaban en mi mente porque forman parte de mi familia. Todos los personajes son de ficción, que conste, pero muchos de ellos están basados en parientes míos. Quizá quien más se parezca a mí es Isabel, que vive el periodismo, la censura, el no poder escribir, el querer meterse en una novela… Pero yo no he sido infiel, como Isabel, que quede claro (risas).

 

¿Le ha costado perfilar tantos personajes?

La verdad es que hay un momento en que los personajes se te van de las manos. Ellos, llegados un punto, empiezan a hablar por sí mismos, los diálogos vienen solos. Por ejemplo, yo quería ponerle palabras en sus bocas, pero ellos se negaban. La narrativa tiene la magia de permitirte crear un mundo de personajes que ni tú mismo conoces.

 

¿Tenía usted claro todo el árbol genealógico?

Yo hice un árbol genealógico previo, es el que está en la novela. Eso me servía como guía, porque yo quería escribir sobre cinco generaciones, un siglo de vida. Yo sabía que tenía que analizar cinco generaciones, pero no sabía si un personaje iba a tener un hijo varón o no. Algunos sí estaban claros, pero otros no del todo. Como decía antes, los personajes a veces van solos. Yo pretendía hacer un retrato de la sociedad cubana, con los diferentes cambios de gobierno, situaciones históricas… Todo ello a través de estas cinco generaciones.

 

Un siglo de vida son cien años… ¿Le ha dicho alguien que su novela se parece a Cien años de soledad?

Tengo mucho miedo de encontrarme algún día con García Márquez (risas). Yo le admiro, como admiro a Vargas Llosa. Sí que me han dicho que mi novela se parece a Isabel Allende o a Cien años de soledad. Para mí es un halago, incluso cuando algún especialista me dice que hay aspectos de realismo mágico en Las horas del alma.

Lashorasdelalma -portada 

¿Le ha costado contenerse como autora y ceder el discurso a sus personajes a la hora de hablar de los diferentes regímenes cubanos?

Me halaga muchísimo esa pregunta, porque es algo que me preocupaba. De hecho, era el mayor reto de todos. Yo provengo de una familia de clase media acomodada a la que se lo quitaron todo cuando la Revolución. Mi familia no se sumó al tren del triunfo castrista, por lo que fuimos perjudicados. Yo tenía mucha rabia, claro, y era difícil contenerse.

Me levantaba por la noche para escribir mientras me tomaba termos enteros de café y me echaba a llorar para evitar que mi rabia saliera en la novela. Por cierto, que escribía con una pluma estilográfica Parker y mercromina, ya que en Cuba no había tinta ni bolígrafos.

 

En su novela le da mucha importancia al mar…

Sí, se habla poco de la tragedia del mar en Cuba. El que emigra no lo hace por hambre, sino por desesperación o desesperanza, por la necesidad de libertad. Cada vez que mi hija se iba a la playa con sus amigos, regresaba uno menos. Yo siempre tenía miedo, por si le tocaba a mi hija o incluso a mí. El mar en Cuba es la única vía de escape. Yo misma tuve que irme para evitar caer.

 

En cambio, sí que hay autores que lo han sabido reflejar, como Reinaldo Arenas…

Sí, además Reinaldo Arenas tuvo una vida dura. Esto sirve para hablar de la homosexualidad. Ahora se dice que la homosexualidad no está perseguida en Cuba, pero no hay que olvidar que a los gays se les metía en campos de trabajo. Perdimos a Reinaldo Arenas, un talento tan grande, por ser homosexual. Parece que ahora debemos olvidar y Vivancoperdonar, pero hubo mucha gente que sufrió y que perdió a familiares porque los fusilaron. Para entender eso hay que pensar como un revolucionario. Ellos eran los malos de la película, pero hay que ponerse en su piel para entender lo que hacían.

 

Las horas del alma fue escrita en Cuba, ¿no corría peligro?

Yo traje la novela mutilada a España. La tuve que reescribir, porque eliminé capítulos que hablaban de la Revolución. Cuando llegué a España tuve que reescribir los capítulos que dejé en Cuba. No puedes imaginar lo que pasé. Luego mi hija se arriesgó y los trajo a España. A mí me registraban por ser escritora, pero ella salía como turista, así que no tenía tanto peligro. Pero aunque yo estuviera en España, mi marido seguía en Cuba, por lo que no podía publicar nada hasta que no estuviéramos los tres aquí. He tenido mucho trabajo con esta novela.

 

¿Se siente usted una escritora exiliada?

Sí, lo soy. Todos los emigrantes del mundo tenemos problemas, pero los cubanos no podemos volver a nuestro país. No es, por lo tanto, exilio, sino destierro. Los cubanos somos desterrados, algunos viven treinta años fuera de Cuba sin poder ver a su familia. Mi padre murió en Cuba y no pude ir. A Celia Cruz se le murió familia en Cuba y no pudo ir.

 

Pongamos que su novela tiene éxito. ¿Le gustaría recuperar a algún personaje para una segunda parte?

Ésta es una pregunta genial (risas). Yo quiero escribir una segunda parte, pero desde el punto de vista de aquí. Mi intención es hacer un triángulo: La Habana, Barcelona y Miami (ya que habría personajes en los tres sitios). Es un reto, pero si he podido con Las horas del alma… Todo depende de la acogida de esta novela. Además, ya tengo otra novela escrita, que no tiene nada que ver con ésta, por lo que tendría tiempo para dedicarme plenamente a la segunda parte.

 

He notado que, a pesar del drama que narra, usted no ha querido cebarse en determinadas escenas trágicas, como las muertes…

¿Sí? Qué bien, porque también era algo que me preocupaba. Yo quería hablar de toda la tragedia, pero al mismo tiempo pretendía que el lector se lo pasara bien, que se divirtiera. Mi idea era que el lector se conmoviera, pero que no hiciera un gran drama de la lectura. Los cubanos somos un pueblo con un gran sentido del humor. Yo me marché porque me cansé de reírme de mis desgracias.

 

Anacabrera -opiniones

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