Anika entre libros

Entrevista a Alejandro Luque por "Viaje a la Sicilia con un guía ciego"

"Yo quise que mi libro fuera algo así como un ‘Elige tu propia aventura’: que un lugar te condujera a un libro, éste a una película, o a una canción, y que el ciclo no se termine nunca"

Firma: Joseph B Macgregor / Fotos: autor / Enero 2008

 

Alejandro Luque de Diego (Cádiz, 1974) es redactor cultural de El Correo de Andalucía y colabora asiduamente en diversos medios de prensa escrita, radiofónica y televisiva. Durante diez años codirigió la revista de literatura y pensamiento Caleta, y actualmente impulsa la revista digital de cultura mediterránea M'Sur. Ha publicado, entre otros títulos, el poemario Armas gemelas, el ensayo biográfico Palabras mayores. Borges/Quiñones, 25 años de amistad, la novela corta Calle de la soledad antigua y el libro de relatos La defensa siciliana. Como músico, acompaña habitualmente al cantautor Juan Luis Pineda, con quien ha grabado el disco Olla de Grillos. En Octubre del 2007 ha publicado un apasionante viaje en busca de los lugares que visitó Borges durante su estancia en la isla siciliana -Viaje a la Sicilia con un guía ciego- que ha merecido el I Premio Internacional de Libros de Viaje Hotel Monasterio San Miguel Puerto de Santa María.

Hablamos con Alejandro sobre los aspectos más llamativos de este último libro, "Viaje a la Sicilia con un guía ciego", pero también de otras obras  suyas como "La defensa siciliana", un espléndido libro de cuentos que resulta ser otra suerte de homenaje a Sicilia y "Palabras mayores. Borges/Quiñones, 25 años de amistad" en el que refleja la relación que mantuvieron a lo largo de los años el genial escritor argentino con un autor de personalidad tan extraordinaria como Quiñones.

 

 

ENTREVISTA

 

Tu viaje a Sicilia comienza a partir de un regalo…

Sí, pero sólo si te refieres al libro. Sicilia ya tenía una importancia grande para mí a través de los libros, y también porque una persona muy querida se había marchado a la isla para vivir un año allí. Por esas casualidades que tanto le gustan a Paul Auster, yo estaba en aquel entonces escribiendo sobre Borges, fue un trabajo muy obsesivo. Un amigo me regaló un libro de retratos del argentino, casi como una broma, ¡más Borges! Lo espeluznante fue que, cuando estaba a punto de viajar a Sicilia, descubro que esas fotos se habían tomado en Palermo, en Bagheria, en Selinunte... Y decidí que fueran ellas las que dicten el recorrido. Y hay una vuelta de tuerca más: un tiempo después, yo me encontraba en Madrid, con un billete de autobús para volver a Cádiz esa misma noche, cuando una amiga me pide que nos tomemos al menos un café rápido. Yo accedo, con la maleta lista para salir volando, y en medio de la charla me cuenta de pasada que, al día siguiente, un fotógrafo siciliano va a inaugurar una muestra en Casa de América. Era Ferdinando Scianna, el autor de aquellas imágenes. Rompí el billete y a primera hora del día siguiente fui a verlo. Le conté lo que había hecho, a él le resultó una locura simpática y ahí empezó de veras el proyecto del libro.

  

De todas las fotos que incluyes en el libro y que te sirven como excusa para dar argumento a los capítulos ¿Cuál de ellas te impactó? ¿Cuál te parece que define mejor a Borges?

Basta echarles un vistazo para comprobar que todas son excelentes, y no creo ser demasiado humilde si aseguro que son lo mejor del libro. Me gusta especialmente una en la que el maestro está mirando, o dirigiendo su mirada yerta, hacia las ruinas de Selinunte. Pasó toda su vida así, mirando al pasado, haciendo memoria.

 

Todas estas fotos pertenecen a un libro del fotógrafo Ferdinando Scianna ¿Cuáles crees que son las cualidades más destacables de este retratista?

Bueno, tengo que decir que Scianna, un siciliano que fue apadrinado por Leonardo Sciascia y que entró en la agencia Magnum de la mano de Cartier-Bresson, nada menos, no sólo ha hecho retratos. He visto trabajos suyos sobre el paisaje, fotografías bellísimas de sus comienzos en su ciudad, Bagheria, tomando instantáneas de sus vecinos, o un reportaje alucinante que hizo con una modelo, Marpessa, una especie de diosa contemporánea. Podría echarle muchos piropos a su técnica, que como se puede ver es exquisita, pero eso no basta. A Scianna le interesa de veras lo que fotografía, lo siente, lo vive, y eso se refleja en el resultado final. Con Borges, sabía que no estaba retratando a un escritor cualquiera, era alguien a quien había leído a fondo, a quien amaba. Y bueno, personalmente hay otra característica de Scianna que no puedo olvidar: su tremenda generosidad. Que alguien de su altura haya autorizado que un mindundi como yo incorpore su trabajo a mi libro, habla de un corazón muy grande.

 

En algunos momentos, la novela me recordó al film de Nani Moretti "Caro Diario"…

Sí, supongo que hay carreteras y aliscafos, lecturas y unas gotas de humor, además de esa sensación de escritura en tiempo real, sobre la marcha. En la peli de Moretti hay un viaje por las Eolias muy loco, muy surrealista, que yo recuerdo cuando hago mi propio paseo por las islas. Pero envidio algo del cine, y es esa capacidad de lograr que el silencio sea elocuente, casi clamoroso. Por ejemplo, cuando el protagonista pasea en su vespa por el lugar donde mataron a Pasolini. Es terrible sin decir una palabra, ¿cómo haces eso en un libro?

 

En todo caso, tu afición por el cine también está presente en muchas de las páginas del libro.

Hay algunas referencias, espero que oportunas, pero no creas que soy especialmente cinéfilo. La saga de El Padrino nos gusta a todos, claro, y las fábulas de Tornatore me resultan muy emocionantes, pero tengo muchos más libros leídos que películas vistas, soy un libresco enfermizo. Puedo disfrutar incluso de la mala literatura, pero si pasan veinte minutos de una película y ésta no me dice nada, me impaciento, me distraigo, o me quedo dormido sin más. Eso sí, cuando algo me gusta, no hay quien me sacie, desde Kitano a Kubrick.

 

¿Cuál de los lugares que visitaste te llegó más hondo?

Podría decir que Siracusa, una ciudad bastante parecida a mi Cádiz, donde tiene que dar gusto hasta morirse. Pero es curioso que un lugar tan feúcho como Messina me haya calado tan profundamente. A veces, luque1en la duermevela, me sorprendo recorriendo de memoria esas calles, sus cuestas, sus escalinatas... Uno intenta racionalizar lo que ha vivido, pero supongo que al final el corazón se queda con lo que quiere.

 

A mí, por ejemplo, una de las partes que más me gustan es la que se desarrolla en la Villa Palagonia, la Villa de los Monstruos en Bagheria.

Ah, pero es que ese lugar es espectacular. La ciudad que lo rodea es horrenda -y hasta Scianna, que nació allí, coincide conmigo-, pero esa especie de jardines de Bomarzo en miniatura es un rincón ideal para el asombro y la felicidad.

 

Un personaje bastante inquietante el antiguo dueño del palacio, Ferdinando Gravina, príncipe de Palagonia

A Goethe, al parecer, le sacaba de quicio. En las páginas que le dedico al príncipe, trato de hablar de él con simpatía, intento explicarme sus excentricidades. Acabo llegando a la conclusión de que ésa es la casa de un provocador nato, de alguien que se muere por escandalizar a sus vecinos, por que todos hablen de él. Y al mismo tiempo, hay mucha soledad en esa actitud. Cómo no va uno a solidarizarse con un espíritu como el de Gravina.

 

Aunque el autor-excusa principal es Borges, el viaje te permite hablar de otros escritores que parecen tus favoritos como Lampedusa, Andrea Camilleri, Quasimodo o Leonardo Sciascia…

Es que lo que se ha escrito en esa isla no es moco de pavo, ¿eh? No te olvides de Pirandello, que es tal vez quien mejor resume el espíritu de Sicilia. Más que llevar guías, por muy útiles que puedan ser, cuando viajo me gusta llevar libros -narraciones o poemarios- que hablen del lugar adonde voy. Es un modo delicioso de perderse, y te permite descubrir cosas que la Lonely Planet nunca te va a contar. Yo quise que mi libro fuera algo así como un 'Elige tu propia aventura': que un lugar te condujera a un libro, éste a una película, o a una canción, y que el ciclo no se termine nunca. De hecho, sigo descubriendo detalles de la isla, nuevos libros, pistas que llevan a más pistas.

 

¿Cuáles son las razones por las que te interesan tanto estos autores?

Todos me transportan a la isla con más rapidez y comodidad que Alitalia, pero cada uno tiene algo que me hace disfrutar y me da herramientas para entender no sólo lo que es aquello, sino el mundo que me rodea aquí. Por cualquier página que abras, son una escuela de buena escritura y de buen pensamiento, sin excepciones.

 

También me pareció muy curiosa esa obsesión tuya por encontrar el mismo árbol que aparece en la foto número 20, la de Borges en Selinunte.

Supongo que buscar el árbol de una fotografía que se hizo veinte años atrás suena a locura, colabora en la imagen exagerada que quise dar del protagonista, un alter ego inflado aposta para dar un efecto un poco cómico. Pero también quería que fuera una crítica subterránea, entre líneas, al modo en que adoramos a algunos autores hasta tal punto que perdemos de vista su obra para demorarnos en detalles insignificantes. Mi personaje está más preocupado en encontrar un arbolito que en releer a Borges, que es lo importante. Ha dejado de ser un buen lector para convertirse en un fetichista.

 

En general, hay por tu parte un deseo obsesivo por recuperar los mismos escenarios donde se desarrollan cada una de las fotos…

Sí, me preguntaba qué busca uno cuando se fotografía ante la torre Eiffel, o la Estatua de la Libertad, ¿sólo demostrar que estuvo allí? Tiffany's no tendría el menor interés si no fuera por Capote y Audrey Hepburn. Los lugares famosos, los rincones con prestigio, son puntos de peregrinación que responden a motivaciones curiosas.

Vivo en Sevilla y me cruzo siempre con rebaños de turistas corriendo de la Giralda a la Torre del Oro, de ahí a la Maestranza... Quieren su álbum de postales, pero también llevarse algo del espíritu del lugar. Yo no sólo quería encontrar la piedra donde Borges posó sus nalgas, quería meterme en su piel, vivir, o al menos entender, lo que el escritor había vivido allí.

 

Hay además una labor de documentación grande, por ejemplo cuando presentan una larga lista de opiniones sobre diferentes autores sobre los sicilianos.

Detrás del libro hay mucha lectura, sí, pero aunque no lo parezca ésa es la parte más sencilla, está al alcance de cualquiera. Vas leyendo, tomas tus notas, disfrutas, y todo eso va dejando su poso natural, es un proceso suave. Lo más arduo es volver sobre tus notas personales, tratar de explicarte a ti mismo cómo viviste todo aquello, qué aprendiste realmente, e intentar cuestionarlo todo. La documentación es el poyete sobre el cual te encaramas, y creo que si la tienes a mano debes brindársela al lector, compartirla con él. Pero te aseguro que cuando empiezas a escribir no sabes nada, eres un pobre diablo con la cabeza llena de datos y de recuerdos, y lo difícil es pensar cómo vas a contarte viajealasiciliaesa historia a ti mismo.

 

Una de las fotos más curiosas, por insólita, es la número cuatro, la que nos muestra a Borges riendo con una mano sobre la oreja.

Hay tres fotos de Borges con semblante alegre, una en Bagheria y dos en Palermo, y eso es extraordinario en una misma serie, porque no abundan los retratos del maestro demostrando su buen humor, que lo tenía y en grandes dosis. A veces sus sonrisas eran como una mueca o un tic, y supongo que a la gente le gusta que un escritor de esa envergadura aparezca como dios manda, solemne y mirando a la eternidad. Pero me gusta ver a Borges contento, me invita a pensar que toda su obra es una broma monumental.

 

En ese sentido, resulta muy interesante como a través de tus comentarios descubrimos nuevos detalles sobre cada una de las fotos que sin duda pasan desapercibidos en una primera mirada.

Verás, yo envidio a los buenos arquitectos, que saben mirar muy bien y saben escribir lo que ven. Hay un tipo llamado Ricardo Daza que escribió casi una novela detectivesca a partir de una foto de Mies Van der Rohe. Y Luis Mansilla recorre Italia a partir de fotografías y dibujos de varios de sus maestros. Creo que a ellos les debo la ocurrencia de perseguir a Borges por Sicilia. Pero sé que no soy tan buen observador, y me encantaría que los eventuales lectores de mi libro fueran viendo muchas más cosas. Yo sólo aporto el primer empujón.

 

¿Cómo crees que era la relación que mantenía Borges con María Kodama?

Eso ha sido motivo de mucha controversia, y yo sólo puedo hablar de oídas. Gente que los ha conocido muy bien y que merecen mi confianza asegura que se amaban, y no tengo razones para dudarlo. Luego, como sucede en estos casos -un escritor anciano y una chica joven: Alberti, Cela, Moravia...- hay cosas que invitan a sospechar de alguna manipulación no deseable, por ejemplo la decisión de Borges de morir en Ginebra y no en Buenos Aires, ¿fue capricho de la Kodama? Quién sabe. Las parejas de la misma edad también se condicionan el uno al otro, y creo que hay que respetarlo. A María también se le atribuye el hecho de que Borges viajara por todo el mundo antes de morir, y nadie duda de que eso le hizo muy feliz. A mí hasta me ha servido para escribir un libro.

 

Con respecto a "La defensa siciliana", me parece un claro homenaje a Leonardo Sciascia…

Eso no puedo negarlo, porque es un autor al que adoro sin reservas. Pero hay también guiños más o menos evidentes a Bufalino y a Vittorini, entre otros. Lo que sucede es que Sciascia, sin publicar novelas muy extensas, supo abarcar un mundo muy amplio, y hacerlo con una lucidez, una integridad moral, una precisión tan grandes que no puedo evitar sentir algo así como una apasionada envidia. Lo mejor de Sicilia, y lo mejor de la literatura, están en él: todos los homenajes que le haga son pocos.

 

Parece que te mueves muy bien en el formato corto.

Te agradezco esa opinión, pero si hablamos de Sciascia, o de otros maestros como Salinger, Saroyan o Saki -para no salirnos de la letra S-, me veo como un triste aprendiz. He intentado escribir relatos con honestidad, quise que hubiera una verdad en ellos, que tuvieran algo de la narrativa que admiro. Estoy satisfecho con La defensa siciliana, pero siempre tienes cosas que mejorar y esto no se acaba nunca. Por lo demás, me gusta mucho el género, tiene unos parámetros muy estimulantes para cualquiera que escriba, y además está a salvo de las vanidades que afectan a la novela o la poesía.

 

¿De todas las historias incluidas en el libro cuál es la que te gusta más o por la que sientes especial cariño?

¡Eso es como pedir a una madre que elija al más guapo de sus hijos! Déjame al menos que elija tres o cuatro: Memoria de Enzo G. es muy entrañable para mí, como todo lo que remueve nuestra infancia, aunque en el fondo sea una historia dura. A y R, como Una tirada de dados, hablan de algo que me obsesiona, y es el modo en que el amor toma caminos equivocados, pero también de la idea que tenemos de la verdad y de la mentira. Y creo que el relato que da título al libro es con el que más disfruté, hay algo de lo que te he dicho antes, eso del amor que se pervierte, pero mezclado con la gran mentira del rock and roll, como dirían los Sex Pistols; en este caso, la gran mentira del mercado literario.

 

Me da la impresión que estos cuentos son consecuencia de tus viajes por la Sicilia, que nacen de tus experiencias como viajero.

Los viajes sirven de inspiración, pero el grueso de la materia prima surge de toda tu experiencia, de tus lecturas, de las cosas que te gustaría que hubieran sido de otra manera y de las que querrías conservar siempre. Sicilia me prestó un escenario formidable y muchas claves sobre las cuales apoyarme, ciertos lugares comunes que bien aprovechados agilizan tu trabajo. Pero los 'pupi' -esas marionetas carolingias que son típicas de la isla- tuve que sacarlos del baúl de la memoria.

 

En otro de tus libros "Palabras mayores" describes la amistad que había entre Borges y el escritor gaditano Fernando Quiñones ¿Cuáles son los aspectos más destacables de esa amistad y cuáles son los paralelismos que encuentras - si es que hay alguno - entre ambos autores?

Ese libro tiene casi 500 páginas, se me hace difícil resumirlo, pero intentaré condensar un par de ideas que propongo: sobre la amistad, defiendo la teoría de la atracción de los contrarios, el intelectual que sueña con ser un hombre de mundo y el chico de la calle que suspira por el prestigio de las bibliotecas. Es sólo un punto de partida, pero creo que da juego.

Respecto a los paralelismos, hay muchos, las afinidades en la obra de uno y otro son muy nítidas, desde el gusto por lo fantástico o el buen oído para el habla coloquial, al amor por Inglaterra o el mundo árabe. En lo personal, les reúne el amor por la literatura y un atributo de todos los grandes: una curiosidad insaciable.

 

El libro está lleno de anécdotas protagonizadas por Fernando Quiñones, que definen perfectamente a este autor de personalidad extraordinaria ¿Cuál de ellas te parece más curiosa, divertida o llamativa?

Fernando era una factoría de anécdotas sin fin, algunas de las cuales le pasaron factura, dándole cierta fama negativa, de hombre desaliñado y poco formal. Una de las que más me gustan es su despedida del Reader's Digest, cuando vestido de torero -unos dicen que alquiló el traje de luces, otros que se lo prestaron- fue despidiéndose uno a uno de sus anonadados jefes. Era una broma simbólica: dejaba un buen sueldo fijo para dedicarse a la literatura. Ya hay que tener valor.

 

Pues esto es todo Alejandro… si quisieras añadir algo más.

Que uno escribe, entre otras cosas, para encontrar cómplices, gente con la que compartir cosas. Si mis libros me han permitido mantener esta conversación y conectar con gente insospechada, los doy por muy justificados.

 

Gracias y hasta pronto.

Gracias a vosotros por vuestro interés, y enhorabuena por vuestro espléndido rincón de lecturas. Un abrazo para los que trabajáis en él y para vuestros lectores.

 

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