El secreto de la tritona

Opinión:

¿Qué llevó a una joven de los arrabales de Cádiz a convertirse en una temida pirata perseguida por Carlos III y el Papa? Esa es la historia que nos cuenta Manuel Pinomontano en "El secreto de la Tritona".

Gregoria Salazar, ya anciana, le escribe a su nieta un diario en el que le narra su azarosa vida desde que vivía en una humilde casa junto a su madre, Paca la Bibelota, hasta acabar surcando los mares. A través de su historia quiere que su nieta se libere de las ataduras que conllevan ser mujer y que se dedique a vivir como a ella la haga feliz, sin imposiciones de padres, reyes o curas.

Al hilo de su propia historia, Gregoria nos cuenta como era la vida en el siglo XVIII no sólo en Cádiz sino también en las colonias españolas en América del Sur y en Manila. Un siglo en el que la condición social la marcaban el lugar de nacimiento y el color de la piel, y no la inteligencia o la valía personal.

Una novela histórica, muy bien documentada, cuya base es una gran historia de amor. Un amor prohibido que surgió entre dos almas gemelas que nunca se olvidaron pese a las mil adversidades a las que tuvieron que enfrentarse.

Del libro me ha llamado especialmente la atención el estilo narrativo. La novela está narrada en forma de diario, sin ningún tipo de diálogo en sus casi quinientas páginas. A través de un lenguaje prolíficamente descriptivo el autor nos sumerge en arrabales, plantaciones de caña de azúcar, travesías a bordo de galeones y en el corazón de la propia Gregoria y del resto de personajes que la acompañan en esta increíble historia.

Destacaría también que son las mujeres las que llevan el peso de esta historia. Mujeres que resurgen de sus cenizas una y otra vez porque sus vidas no valen más que lo que sus maridos, dueños o padres quieren de ellas, pero que se enfrentan una y otra vez a las normas establecidas para conseguir la tan ansiada libertad.

Una crítica feroz al férreo sistema de clases sociales, a los abusos cometidos en las plantaciones de los colonos de Nueva España, a la Iglesia que consideraba que los esclavos no tenían alma, al maltrato animal y a las mil y una vejaciones que sufrían las mujeres de cualquier clase y condición.

Un debut literario impresionante y del que siempre recordaré estas palabras:

"La Paca decía que a las mujeres que disponen de su cuerpo los hombres las llaman putas, a las que disponen de sus ideas, las llaman locas, y a las que disponen de su alma, las llaman brujas. Yo no dispuse de nada. De mí, en cambio, dispusieron a su antojo muchos años, hasta que un día me cansé y aprendí a ser como ella. A partir de ese día ningún hombre me diría a mí que dos y dos son cuatro."

Ana G. Aranda