de cuerpo presente. vida, anécdotas y curiosidades de 13 sepultureros

Opinión:

Pocos temas en la vida resultan tan escabrosos como la muerte y todo lo que la rodea. Jesús Pozo lo sabe bien ya que desde hace años dirige la revista “Adiós” dedicada por entero a ese entorno fúnebre que, en ocasiones, nos negamos a afrontar hasta que no queda más remedio.
 
“De Cuerpo presente” nos invita a adentrarnos en el mundo de los muertos mediante una mirada pragmática y limpia, libre de supercherías y de terrores infundados, haciéndonos ver que nada hay más natural que morirse. Se encarga del prólogo la autora de “Polvo eres” Nieves Concostrina, prólogo que se transforma en una auténtica elegía de la figura del enterrador a la que desmitifica, desvistiéndola de su halo de tristeza y de morbo siniestro. De sus palabras se desprende que estos trabajadores piensan en nuestros difuntos más que nosotros mismos, que pocas veces se lo agradecemos sinceramente, y que son los guardianes de los secretos y miserias finales de cualquier ser humano.
 
A partir de aquí nos convertimos en viajeros al Más Allá con Jesús Pozo como nuestro Caronte particular. “De Cuerpo presente” pretende, y lo consigue, normalizar la muerte haciendo especial hincapié en que no hay que ocultar la pérdida de un ser querido a los pequeños, tampoco regodearse en macabros detalles, simplemente contar la verdad e introducir con naturalidad en su vida una fase por la que, esperemos que tarde, todos vamos a pasar. Los trece enterradores que participan son auténticos historiadores y arqueólogos que desempeñan una labor tan digna y corriente como cualquier otra. Sorprende ver la vitalidad, el entusiasmo, la alegría con la que narran su vida entre lápidas, nichos y tumbas, siendo incluso el patio de recreo de muchos de ellos cuando eran niños.

Por supuesto que no es una labor fácil, el grado de abstracción que tienen que lograr durante un entierro es imprescindible para no cargar con la pena de todos los familiares a las espaldas, pero intentan hacernos más llevadero el dolor ante la pérdida que acabamos de sufrir, en silencio, sin molestar, ocultándonos cualquier detalle que nos pueda herir más de lo necesario.

De mano de estos enterradores descubriremos mil y un detalles sobre los motivos funerarios que llenan los camposantos de nuestros país, sobre personajes ilustres que yacen tras el mármol, sobre modernas técnicas de enterramiento que jamás seríamos capaces de imaginar, sobre cómo determinadas etnias manifiestan su dolor, sobre la discreción que les caracteriza ante las situaciones más insospechadas, aprenderemos, en definitiva, sobre la vida... o sobre la muerte, porque al final ambas se dan la mano.
 
Muchos de estos trabajadores de la muerte han escrito y publicado libros sobre su vida entre los fallecidos, otros se han convertido en auténticos expertos en historia, algunos podrían dar clases en cualquier universidad sobre arte funerario, incluso algunos han sido obsequiados por la Reina Isabel II de Inglaterra con la Orden del Imperio Británico por la labor realizada; todo esto lo cuentan con la misma humildad con la que bajan la cabeza cuando alguien se abraza llorando al féretro de su familiar.

Pese a que no es un libro en absoluto triste o morboso todos coinciden en una cosa, no hay manera de hacer llevadera a unos padres la muerte de un hijo, ni ellos mismos son capaces de soportarlo por muchos años que lleven echando tierra sobre el ataúd, llorando muchas veces como los propios padres al depositar el diminuto féretro entre las paredes de ladrillo. Se narran varias anécdotas de estos casos que son profundamente emotivas, muchas de ellas desgarradoras, e incluso hay quien su atreve a criticar a los curas porque cuando un bebé nace muerto es enterrado en soledad, sin nadie que le dedique ni un pequeño responso.

No es esta la tónica general del libro así que las curiosidades cómicas también tienen su espacio, clubs de viudas que van a merendar todas las tardes, gente que encuentra una nueva pareja a fuerza de verse todos los días, detalles que llenan de vida un lugar impregnado de desolación, lugares que estos funcionarios intentan transformar en parques para hacernos más agradable la visita a los que ya están en su última morada.
 
Si hablamos de muerte no podemos pasar por alto todas las leyendas urbanas que la rodean, tendremos la oportunidad de ver cómo se desgranan una a una, echándolas por tierra mediante los datos aportados, aunque todas ellas tienen un poso de verdad, son explicadas de manera lógica y simple; bueno, no todas, La Santa Compaña hay que dejarla como está, por si acaso.
 
“De Cuerpo presente” es un libro ágil, ameno, interesante, que nos acerca a un mundo que no deberíamos temer y que, aunque parezca mentira, destila alegría de vivir por los cuatro costados. Hay que abrirlo sin miedo e intentar aprender todo lo que podamos, a fin de cuentas nos vamos a pasar más tiempo muertos que vivos.

Patricia Rubiera