Anika entre libros

Macbeth

Elisa Rodríguez Courtnoviembre 2004


Macbeth, personaje que da título a una de las obras de Shakespeare, lo tuvo pronto claro. Sabía que no podía prescindir de la maldad que acompañaba a su ambición de hacerse con la corona. Aunque al principio exteriorizara algo de humanidad en cierta indecisión y remordimiento.

Tomó por el camino más corto: asesinar al rey con objeto de ocupar su lugar. Así habla consigo mismo antes de cometer el homicidio: "estrellas, ocultad vuestro fuego: que la luz no vea mis negros y profundos deseos; el ojo se cierre ante la mano; pero sea lo que el ojo teme ver cuando está hecho." Ejecutado su plan y convertido en monarca, ya sólo cabía fortalecer el mal con sucesivos crímenes para quedar libre de sospecha. Por más que el horror parecía haber llegado a su extremo tras el primer acto sanguinario.

Como buen tirano, siguió en todo momento la máxima expresada por su cruel mujer en las primeras páginas de la obra: "toma el aspecto de la flor inocente, pero sé la serpiente debajo de ella." Su rostro falso ocultaba lo que sentía el corazón falso. Ningún escrúpulo mostró tampoco Macbeth para encargar a dos asesinos el apuñalamiento de un niño inocente.

Coronados sus propósitos con acciones, Macbeth ahuyentó, asimismo, los más tristes pensamientos, liquidados al mismo tiempo que las víctimas de la masacre en las que podrían haber pensado.

Macbeth terminó pagando, sin embargo, con su muerte las atrocidades cometidas. Ávido de poder, no alcanzó a oír la voz preliminar de los oráculos. La manera en que le fue revelada la promesa del cumplimiento de sus ambiciones le engañó para su perdición. Únicamente escuchó el anuncio favorable a su destino de majestad. Soslayó la parte de verdad que volvió contra él las prometedoras profecías. Verdad que corresponde descubrir a los lectores que decidan bucear en esta obra magistral.

Escrita en los primeros años del siglo XVII es, sin embargo, de gran actualidad. Puede ser que Macbeth se escapara del libro de Shakespeare antes de ser ajusticiado para campear a sus anchas en nuestro tiempo. Reencarnado en algún personaje, para qué dar nombre y apellido, con objeto de seguir ejerciendo la vileza, el exterminio y la barbarie.

+ William Shakespeare

 

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