Anika entre libros

Avalancha literaria religiosa

Jaume Cordelier, noviembre 2004


Supongo que a la mayor parte de los seguidores de esta web, especialmente a los de la sección de literatura, les habrá llamado la atención, como me ha pasado a mí, la proliferación de libros que en los últimos meses se han publicado sobre temas relacionados, directa o indirectamente, con la religión, la iglesia católica o el Vaticano.

No hay más que recorrer los estantes de las librerías o de los grandes almacenes, para darse cuenta de la cantidad de trabajos sobre los Legionarios de Cristo, El Papa Juan Pablo II, la Obra de Monseñor Escrivá, la pederastia en la iglesia católica y algún otro "secreto" más. Eso sin contar los que se han dedicado al Islam, que también, aunque por otros motivos, están en primera línea.

Parece que el hecho religioso, y lo que se relaciona con él, cobra vigor precisamente ahora que la sociedad occidental se encamina decididamente hacia su laicidad absoluta, al menos, aparentemente. Sin embargo, no se trata, en su mayor parte, de obras apologéticas del catolicismo y de sus órganos rectores sino, más bien, todo lo contrario. Libros de los llamados de investigación, muy duros, en los que se ponen de manifiesto, incluso, situaciones que tendrían que estar, caso de ser ciertas, en los tribunales penales ordinarios para ser juzgados.

Pero, en todo caso, esta avalancha me parece que confirma que, de alguna manera, sí se está produciendo una vigorización de la discusión sobre algún aspecto del hecho religioso en sí mismo. Y tal vez sea positivo, si se desarrolla con seriedad.

Es posible que, asimismo, sea ésta la reacción ante los intentos de una parte de la iglesia católica, encabezada por el actual integrista inquilino del Vaticano, de recuperar de la forma que sea el terreno pedido. Algunos datos son reveladores: Resulta patético el esfuerzo de la extrema derecha europea, encabezada por José María Aznar y Silvio Berlusconi, entre otros, de meter, caiga quien caiga, la idea de que Europa es lo que es gracias al cristianismo y trasponer esa idea a la constitución comunitaria. Esperemos que, finalmente, no prospere esta estupidez. Y no menos patética es la postura de la iglesia española con respecto a la asignatura de religión que quieren hacer obligatoria y puntuable en la educación pública. Es evidente que estas posturas, así como su homofobia y talante trentino no predispone en su favor.

Está claro que el cristianismo ha contribuido a formar parte de lo que es hoy Europa y ello, es tan evidente, que no hace falta escribirlo en carta ni texto legal alguno. También han contribuido a su formación la batalla de Lepanto y la Revolución Francesa y no por ello hay que hacer mención expresa de ello. Se sabe y punto.

También es evidente que es un derecho la posibilidad de estudiar la religión católica y que los poderes públicos deben asegurarlo pero sólo para quienes manifiesten tal interés, y en caso alguno, como materia puntuable o evaluable.

Pero, vuelvo a lo de los libros sobre lo religioso. O quizá debería decir, más bien sobre lo sectorial, es decir en cuanto a que se ocupan de la secta católica y sus instituciones. Porque, una característica común a la mayor parte de todos esos libros críticos con la institución es que, en realidad, no cuestionan el mensaje de Cristo, no hablan de su validez y su posible bondad y actualidad. Precisamente lo que ponen de manifiesto es la falsificación que, por quienes tendrían que dar el testimonio más ejemplar de su validez, se ha efectuado de tal mensaje y como viven en contradicción permanente con él. Esto no es nada novedoso y se ha venido produciendo desde hace casi dos milenios, desde que se falsificó el Códice Vaticano, llamado también de Constantino por el Papa Silvestre II.

Los intereses comunes del trono y el altar, la simonía, la falta de caridad con los otros, la colaboración de los eclesiásticos con regímenes totalitarios y sus crímenes, su silencio, cuando no complacencia, ante la injusticia, su vida lujosa, sus pecados y delitos, su fijación sexual, su afición al vino y a la buena comida, la utilización innoble de las personas, por poner sólo unos ejemplos, son indeseables compañeras de la institución eclesial, pero no sólo a la institución eclesial. De ahí mi asombro ante la avalancha de libros que condenan a esta institución para denunciar hechos que son cíclicos.

El Arcipreste de Hita, habló de la afición clerical al dinero, Lutero denunció la corrupción y la simonía y fue excomulgado, Erasmo atacó el fanatismo y la ignorancia, Bartolomé de las Casas el genocidio en América, Moro no se plegó al trono y le costo la cabeza, Pérez Galdós la hipocresía y sus obras fueron directamente al índice y así muchos más. Sin embargo, el poder vaticano se las ha arreglado para salir indemne.

La cuestión que me preocupa es que se extrapole de forma equivocada todo esto para hacer juicios que pueden conducir a graves errores y a lograr los efectos contrarios a los deseados. No siento la menor inclinación hacia la religión en general ni a la católica en particular y, por lo tanto, no voy a entrar en su defensa. Pero sí me gustaría que, en la medida de lo posible, se evite juzgar al todo por la parte, porque de esa manera evitaremos ser juzgados todos de la misma forma. Lo que pretendo decir es que no es sensato la universalización de lo negativo.

El hecho, desgraciadamente frecuente, de que en determinado colectivo exista un personaje indeseable, por ejemplo, un cargo público que se enriquece o que utiliza el terrorismo de estado, no condena necesariamente a todos sus compañeros.

Supongo que, en mi ignorancia, desconozco los fines últimos que se quieren lograr pero, a veces, me da la impresión de que hay en todo esto algo de moda interesada, por no decir de franco oportunismo. Me parece que las empresas editoriales, ávidas de conseguir los mayores beneficios, consiguen calentar un determinado tema durante algún tiempo de forma que, en conexión con algunos medios de comunicación, atiborran de información a los ciudadanos: la inestimable virtud de la publicidad.

No estoy, con este comentario, sosteniendo mi desacuerdo con la publicación de obras que nos informan sobre las actividades de estos personajes nefastos, es más, creo que es muy necesaria y saludable pero, sí habría que alertar a los lectores de que, entre tanto libro, artículo, ensayo serio y riguroso etc. se puede colar algún panfleto, libelo o simplemente alegato que no merezca la pena atender. Estemos, por tanto, alerta.



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