casanova el admirable

Opinión:

Hay que escribir desde la pasión. Eso parece sentir Philippe Sollers, autor de este ensayo lleno de fuerza y vehemencia, de admiración hacia un personaje que ha pasado a la historia más por la espectacularidad de sus andanzas sexuales que por su coherente postura vital o  su altura como pensador. 

Sorprende la audacia de Sollers en su defensa de la causa casanovista, el desparpajo con que se burla de las traducciones o interpretaciones fallidas, pudorosas hasta lo cursi, que otros estudiosos han hecho de los textos del galante veneciano. Divierte ver cómo apunta con su verbo afilado los errores cometidos y echa a andar su propia versión, más próxima a la trepidante narración novelesca que al ensayo. Hay que escribir desde la pasión, si es de Casanova de quien se habla, parece pensar Sollers, tirando de cada hilo de su vida, de sus viajes, escritos, planes y amores, para mostrar destellos inéditos de su personalidad.

De esta forma, Casanova aparece en su retrato como un niño rescatado del retraso profundo que sufrió en su infancia,  gracias a la intervención, real o soñada, de una bruja. La magia, un saber todavía autorizado en su tiempo, permanecerá ya siempre unido a su nombre, pues no dudará en dárselas de alquimista y curandero cuando las penurias económicas o el deseo de riqueza así lo exijan. Sollers narra a buen ritmo, casi podría decirse que por acumulación de pinceladas impresionistas, veloces, y muestra a su héroe incomprendido como amante del enigma, como observador del mundo, como viajero que transita países y cuerpos de mujer sin prohibirse nada.

Porque este libro es, sobre todo, un viaje. No podía haber encontrado Sollers un molde mejor que el del trayecto, el del itinerario que va llevando a Casanova de un lado a otro de Europa, de un lado a otro de la fortuna, a veces como caballero acomodado, a veces como pícaro dispuesto a todo por sobrevivir, siempre como hombre de acción, regido por sus propias leyes. Es un camino apasionante, de encuentros entre personajes que quedan atrás y reaparecen después, en una especie de baile perpetuo. Hay una libertad absoluta en los movimientos de Casanova, en su deambular de la sensual Venecia en que nació a la pintoresca España, dejando atrás países como Francia, Alemania, Holanda, Suiza o Inglaterra, y también a una larga lista de mujeres fascinantes. Novicias lujuriosas, aristócratas que juegan a ser magas, doncellas andróginas, hijas y sobrinas que se entregan a él sin remordimientos...

Casanova es siempre un viajero curioso, que asume el disfraz de bibliotecario erudito, de preso fugado de una prisión inexpugnable, de anciano rijoso, o caballero apuesto, pretendido por el mismísimo Federico de Prusia. No cabe duda. Sollers consigue escribir la obra ambicionada, caleidoscópica, total. El testimonio en diferido de un hombre experto en el arte de gozar, de un sujeto admirable capaz de resumir su propio manifiesto vital en unas pocas, elocuentes palabras: “Nada hará que no me haya divertido”.

Patricia Esteban Erlés