Anika entre libros

En busca del tiempo perdido 1. Por el camino de swann

Ficha realizada por: Lidia Casado,Manuel Márquez
En busca del tiempo perdido 1. Por el camino de swann

Título: En busca del tiempo perdido 1. Por el camino de swann
Título Original: (À la recherche du temps perdu, 1. Du côte de chez swann, 1913)
Autor: Marcel Proust
Editorial: Alianza
Colección: El libro de bolsillo


Copyright:

© Alianza Editorial, S.A., 2011

Traducción: Soledad Salinas de Marichal y Jaime Salinas
Edición: 1ª Edición Bolsillo, 1966 / 3ª Edición, 2011
ISBN: No definido
Tapa: Blanda, bolsillo
Etiquetas: autores ciclo clásicos escritores franceses literatura francesa sagas series trilogías
Nº de páginas: 551

Argumento:


" En busca del tiempo perdido" es un trabajo de investigación sobre el pasado del protagonista, los caminos de nuestra memoria y las contingencias que nos devuelven las sensaciones y sentimientos de nuestro pasado hasta hacernos revivir aquel momento concreto en el que se produjeron. En el primer libro de esta heptalogía, el protagonista reconstruye parte de un infancia y adolescencia rememorando ambientes, lugares, impresiones y personas, al tiempo que pinta certeramente el retrato de una sociedad, la burguesa de la transición al siglo XX, a punto de cambiar.

Opinión:

 

Lidia Casado


Hay libros que se devoran con gula y hay otros que se paladean con la lentitud de los guisos preparados a fuego lento. A este último grupo pertenece " En busca del tiempo perdido", la primera parte de la ambiciosa heptalogía de Marcel Proust "En busca del tiempo perdido". En ella, el autor francés indaga sobre los caminos del recuerdo a través de un lenguaje poblado de evocaciones, capaz de demorarse en los recodos de la memoria a través de las largas estructuras lingüísticas que marcan el ritmo lento de la narración.

Proust  da vida con palabras, en este primer volumen de su obra, a los recuerdos infantiles y preadolescentes del protagonista, un personaje débil de salud, más propicio a las ensoñaciones que a la acción, que no puede dormir si su madre no le da un beso de despedida, que quiere ser escritor pero que siente pereza a la hora de ponerse a escribir. La distancia entre la realidad y el deseo, pues, parecen marcar la vida del protagonista, al menos así lo hace en este primer volumen. La pasión puede más en él que la acción y así, se sentirá apasionadamente atraído por el paisaje, por los nombres de ciertas ciudades, por el arte, por la literatura, por el teatro, por las mujeres… pero, sobre todo, por Swann, de cuya mano viajamos a través del tiempo, la memoria y las páginas del libro.

" En busca del tiempo perdido" da cuenta de dos tiempos diferentes: el de la infancia y preadolescencia del protagonista (retratados en la primera parte, centrada en los recuerdos que Combray, el lugar al que su familia acude con frecuencia en periodos vacacionales, y  en la tercera, que recupera las sensaciones y sentimientos del primer amor) y un tiempo anterior a su nacimiento narrado en la segunda parte de la obra y protagonizado en exclusiva por una aventura amorosa de Swann (aunque, curiosamente, el protagonista continúa siendo el narrador de la historia). Todo ello contado desde el presente, al que se anclan los recuerdos en un intento por entender cómo ha cambiado todo desde entonces y cómo hemos llegado a un mundo del que el protagonista ya no se siente parte.

Junto a los recuerdos, también las sensaciones protagonizan la obra, presentes y contagiosas para el lector a través de las minuciosas descripciones de lugares, de flores, de ambientes… capaces de transmitirle una inmensa variedad de colores, luces y texturas. También los sentimientos son objeto de investigación por parte de Proust a través del protagonista, que desgrana con lentitud y extremo celo algunas de las emociones que le apresaron en aquel tiempo. Así, las primeras páginas de la obra describen, con todo lujo de detalles, de sensaciones, sin prisa, con abundancia de recursos y ejemplos, su forma de dormir y sus problemas para conciliar el sueño cuando su madre no le daba un beso de despedida. La excusa de la falta del beso le sirve para introducir al segundo gran protagonista de la historia, Swann, ya que muchas noches el beso de la madre no llega por la visita de éste, gran amigo de la familia.

Los recuerdos no sólo vuelven a la memoria y son descritos por el protagonista, sino que son capaces de revivir la emoción que despertaron en el momento de ser creados. Por extensión, también despiertan en el lector la impresión de vivencias parecidas. Proust muestra así el poder evocador de los sentidos, fuente de placer tanto en el momento primigenio como en su recuerdo. Buen ejemplo de ello es el pasaje de la magdalena y el té, uno de los más conocidos y estudiados de la obra del francés. En él, el protagonista, al probar una magdalena mojada en té, revive un placer antiguo pero que es incapaz de recordar. Con esfuerzo, devuelve a su memoria el primer momento en el que probó el sabor del bollo borracho de té, en la casa de su tía Leoncia, en Combray. Recuerdo y sentimiento, evocación y placer aparen ligados e invitan, casi inconscientemente, al lector a rememorar sus propias reminiscencias placenteras olvidadas. Ese acto, en parte inconsciente y en parte consciente, sobrevenido pero también buscado, de recobrar la memoria del pasado explica el título de la obra: en busca del tiempo perdido, mostrando la preocupación del autor por el proceso más que por el  resultado.

Y como trasfondo, aparece el escenario social en el que se mueven los personajes: el ambiente de las clases altas de la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. La aristocracia se vislumbra dibujada por algunos comentarios de Swann (que la frecuenta) y por muchas alusiones negativas, despectivas de varios miembros de la burguesía, que no pueden ocultar su envidia. También por la omnipresencia de los Guermantes (a cuyo mundo está dedicado el tercero de los tomos de esta heptalogía) o las referencias a diferentes duques y príncipes.

Por su parte, la burguesía aparece retratada tanto como masa colectiva que sirve de fondo a algunas de las historias que pueblan la novela, como en la representación personal de ciertos personajes que, al borde del ridículo, reflejan la decadencia de esta clase social. Así, la tía del protagonista, Leoncia, encerrada en su habitación por decisión propia utiliza su ventana como torre de control desde la que observar todo lo que ocurre en Combray. El código de la moral burguesa queda expuesto en la obra, en muchas ocasiones de forma irónica, como símbolo del fin de una época. El retrato social de la burguesía alcanza las máximas cotas de sinceridad e ironía en los pasajes referidos al "cogollito" de los Verdurin, círculo al que pertenece Odette, la enamorada de Swann. Las relaciones entre sus miembros son el más elevado ejemplo de hipocresía social, representado en su máxima expresión por la falsa risa, ensayadísimo ejercicio de mímica, de la anfitriona; por la mujer que pronuncia mal adrede para que la vaguedad difumine su ignorancia o el invitado que, por temor a equivocarse, todo lo dice en tono neutro para que sea la reacción de su interlocutor la que determine la intención de lo dicho. Todo un elenco de apariencias, falsas apariencias, en las que no faltan tampoco alusiones a las etiquetas sociales, el estigma de la homosexualidad, la hipocresía en las relaciones sexuales, la obsesión por guardar las apariencias o la constante pugna entre individuo y sociedad.

Así pues, el cuidado y significativo equilibrio entre la descripción de la interioridad del protagonista y la del ambiente social y cultural que le rodea, el ritmo lento de la narración (marcado por las frases largas e intrincadas, que reposan la acción en beneficio de la descripción, la reflexión y las sensaciones), el prodigioso uso del lenguaje, la riqueza de los elementos que dan cuerpo a la obra y la profundidad del retrato que en ella se ofrece son sólo algunas pistas que dan idea de las razones por las que " En busca del tiempo perdido" es una de las joyas más valiosas de la literatura universal.
 
Lidia Casado

 

 

Manuel Márquez

No sin fundamento, a la vista de la excepcional calidad de su escritura (que aun riqueza de vocabulario, elegancia en la construcción y templanza en el ritmo y la cadencia narrativas), En busca del tiempo perdido, magna obra de la que Por los caminos de Swann constituye sólo la primera de sus siete entregas, se erige no sólo en una de las cumbres de la literatura de su época y su lugar, sino como una de las grandes obras maestras de la literatura universal de todos los tiempos. 

También cabe destacar en esta edición la fabulosa traducción a cargo del afamado poeta Pedro Salinas, a la cual sólo cabe oponer una seria objeción, que es la de incurrir en el lamentable defecto del laísmo/loísmo (hemos de tener en cuenta que estamos ante una traducción que data de 1912, y los reparos sobre este uso lingüístico no estaban tan arraigados como en el momento presente); por lo demás, sólo se pueden otorgar parabienes acerca de cómo la misma respeta escrupulosamente la extraordinaria riqueza plástica del texto original en francés. 

Con el personaje de monsieur Swann como hilo conductor (aparición episódica en las partes primera y tercera, y protagonista central y absoluto de la segunda), el relato discurre morosa y plácidamente, con descripciones detalladísimas tanto de sus elementos esenciales como de sus aspecctos accesorios, en los que al autor se explaya con largueza y generosidad. 

Literatura sin prisas, para un deleite lento y reposado, disfrutando de los detalles y gozando de una exhuberancia prosística difícilmente hallable en textos más livianos. Cuesta trabajo adentrarse en sus profundidades, pero, una vez sumergido, el placer que proporciona compensa, y con creces, el esfuerzo realizado.

 

 

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