El genio maligno del señor Descartes

Opinión:

Recuerdo perfectamente cuándo la filosofía entró en mi vida y también cuándo creo que salió. Su llegada coincidió con el bachillerato, en la antesala de la selectividad, cuando aquello de la filosofía no interesaba a nadie y era tan solo un trámite más que aprobar en nuestro camino académico. De aquella etapa de mi vida, recuerdo que la filosofía torturó a más de un estudiante y, desde la perspectiva que me dan ahora los años, me gusta pensar que si hubiéramos tenido la oportunidad de conocerla desde niños, cuando nuestras mentes eran como esponjas deseosas de empaparse en conocimiento, más de uno hubiera salvado aquella etapa con menos confusión y la mente más abierta. Nos habríamos ahorrado muchas dudas y muchos comentarios desconsolados de aquellos que se murmuraban con  un suspenso en la mano: "pero, ¿para qué me va a servir la filosofía?"

Sin embargo, aquella extraña asignatura, en mí, ni la mejor de las estudiantes, ni tampoco la peor, sí logró despertar cierta curiosidad. Aquello del "pienso, luego existo" me llamó la atención, pero nunca pensé que aquellas "Meditaciones metafísicas" de Descartes, que vieron la luz en el siglo XVII, pudieran volver con tanta fuerza a mi mundo, ya en el siglo XXI. Han vuelto a mí gracias a una brillante idea de la editorial Errata Naturae y su colección de filosofía para niños, Pequeños Platones. El texto de Mongin está adaptado con exquisitez, con un lenguaje preciso, acorde a los lectores potenciales. Las ilustraciones son de una intensidad que estremece. Y es que la tarea de llevar la filosofía a los niños no es sencilla. ¿Cómo hacer que los niños acojan el libro? Pues a través de la imaginación, el color, el movimiento, unos personajes fantásticos, los sueños... El resultado es un libro atractivo para niños y mayores, breve y, por tanto, accesible para diferentes públicos.

Así fue la entrada, pero ¿cómo fue la salida? La filosofía salió de mi vida tras la selectividad, una vez concluido el examen y salvado el escollo con éxito. Nunca debió haber salido, pero el sistema educativo adolecía de esas contradicciones, entonces y ahora.

Una parte de mí, ahora que he recuperado a Descartes, desea pensar que la filosofía en realidad nunca salió de mi vida, pues se quedó prendida en mí, como persona, como lectora, y ahora con la colección de Pequeños Platones, como madre, pues mis hijos tendrán la oportunidad de descubrir la filosofía mucho antes que yo y quizás así no la dejen nunca salir de su vida. 

Ana Trillo